Colorear tu camino hacia la creatividad: el secreto antibloqueo que no sabías que necesitabas

Voy a inaugurar esta sección de: Bajando el estrés para los escritores con esta entrada.

¿Te has quedado mirando la página en blanco como si fuera un agujero negro que se traga tu creatividad? ¿Sientes que la presión por escribir algo “digno de un Pulitzer” te tiene paralizado? ¿O simplemente necesitas un respiro antes de lanzarte por la ventana porque las palabras no cooperan? Tranquilo, no eres el único. Todos los escritores hemos pasado por eso. La buena noticia es que hay una solución ridículamente simple y efectiva que puede salvarte del abismo creativo: colorear.

Sí, lo que hacías cuando tenías cinco años y no tenías que preocuparte por nada más que no salirte de la línea. Ahora, ¿cómo es posible que algo tan infantil pueda rescatar tu inspiración? ¿Es magia? ¿Brujería? Nada de eso. Es ciencia. Y te voy a explicar por qué deberías dejar el teclado un momento y agarrar esos lápices de colores.

Escribir es una tortura mental deliciosa. Nos encanta, pero también nos exprime el cerebro. Y cuando la inspiración decide irse de vacaciones sin previo aviso, forzarla solo empeora todo. Es como intentar meter un elefante en una caja de zapatos: simplemente no funciona.

Aquí es donde entra en juego colorear. En lugar de quedarte mirando la pantalla con cara de tragedia griega, tomas un libro de mandalas o una hoja en blanco y te pones a darle vida con colores. No es procrastinar, es un cambio de actividad que libera tu mente y la deja respirar.

Ejemplo real: Estás escribiendo un capítulo crucial y las palabras se rebelan. En vez de estrellar la laptop contra la pared, agarras tus colores, te relajas y, sin darte cuenta, tu cerebro empieza a procesar la escena sin presión. Cuando vuelves, la solución está ahí, lista para ser escrita. Magia. O bueno, neurociencia.

Uno de los peores enemigos del escritor es esa voz interna que te dice: “Esto es basura, nadie lo va a leer, mejor dedícate a la jardinería”. Colorear le da una bofetada a esa voz.

Cuando coloreas, no hay reglas, no hay críticas, no hay nadie diciendo que tu elefante azul y rosa “no es realista”. Es solo un ejercicio de placer visual y libertad. Y eso, querido escritor, es algo que muchas veces olvidamos en nuestro afán por escribir la “obra maestra”.

Ejemplo real: Un autor que está atorado con la personalidad de su protagonista se pone a colorear sin pensar en nada en particular. De repente, recuerda un detalle de su infancia que encaja perfectamente en su historia. Boom. Inspiración desbloqueada.

Escribir puede ser catártico, pero también agotador. Si estás escribiendo algo intenso, emocionalmente cargado o un ensayo que te tiene investigando hasta la composición química del café, es normal que tu cerebro grite “¡Basta!”.

Colorear te ayuda a soltar la tensión. Te obliga a concentrarte en algo simple y repetitivo, lo que activa la parte del cerebro encargada de la relajación. En otras palabras, es un mini spa mental sin necesidad de velas aromáticas.

Ejemplo real: Un escritor de memorias se siente abrumado reviviendo eventos dolorosos. En lugar de quedarse atrapado en la angustia, se toma un descanso para colorear. Al rato, regresa con una mente más clara y menos carga emocional.

Colorear no solo relaja, también despierta ideas. Los colores, las formas y los patrones activan el hemisferio derecho del cerebro, ese que se encarga de la creatividad y la intuición.

Si llevas días escribiendo como un robot, encasillado en estructuras lógicas, colorear puede romper ese molde mental y abrir nuevas puertas en tu imaginación.

Ejemplo real: Un escritor de ciencia ficción, perdido en la construcción de su mundo futurista, empieza a colorear patrones geométricos. De repente, una idea: “¡Este diseño podría ser la arquitectura de mi civilización alienígena!”. Y así, sin buscarlo, encuentra un nuevo elemento para su historia.

Los escritores solemos ser unos auténticos masoquistas. Nos sentimos culpables si no estamos escribiendo todo el tiempo, como si cada minuto de descanso fuera un pecado literario. Pero adivina qué: tomarse un respiro no solo es necesario, sino que mejora la calidad de lo que escribes.

Colorear es un recordatorio tangible de que parar no es fracasar. Es darle a tu mente el espacio que necesita para procesar, respirar y recargar energía.

Ejemplo real: Un autor que siente la presión de terminar su libro de no ficción lo antes posible decide colorear un rato. Esa pausa le ayuda a evitar el agotamiento y a escribir con más claridad. Resultado: un libro mejor escrito y menos crisis nerviosas.

Si hay algo que aterra a los escritores, es el maldito bloqueo creativo. Pero aquí te doy un truco: colorear es una trampa para engañar a tu cerebro y desbloquearlo sin que se dé cuenta.

Cuando te enfocas en una actividad manual y visual, tu mente sigue trabajando en segundo plano sin la presión de “tienes que escribir YA”. Y muchas veces, cuando menos lo esperas, la solución aparece sola.

Ejemplo real: Un escritor de cuentos cortos se siente estancado con el final de su historia. Colorea por media hora sin pensar en nada. Y de pronto, pum, la idea perfecta para cerrar el relato aparece en su cabeza.

Colorear no es una pérdida de tiempo. Es una estrategia inteligente para combatir el estrés, desbloquear la creatividad y recordar que escribir no siempre tiene que ser un campo de batalla.

Así que, la próxima vez que te sientas atrapado, en vez de frustrarte o cuestionar tu carrera como escritor, agarra unos colores y dale rienda suelta al caos cromático. Tu cerebro, tu creatividad y tu cordura te lo van a agradecer.

Aquí te dejo los libros para colorear más populares, si buscas videos en tiktok verás la forma tan hermosa de colorearlos, es demasiado relajante y quedan muy lindos.

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