He perdido la cuenta de cuántas veces me han lanzado la clásica: “¿De dónde sacas esas historias?”. Y, si te soy sincera, las primeras veces intenté dar una respuesta decente. Algo bonito, tipo “me inspira la vida misma”, pero la verdad es que cada vez que me preguntan, quiero decirles: “¡No tengo ni idea!” Porque, a ver, hay días en los que siento que estoy en piloto automático, como si mi trabajo fuera sentarme y ser una ventana, para que pase lo que tenga que pasar. ¿Un capítulo? Perfecto. ¿Una frase extraña y profunda? Adelante.
Si me preguntas cómo funcionan esas cosas, déjame decirte: ni idea. A veces, acabo un capítulo, cierro el documento, y me voy a seguir con mi vida como si nada. Luego vuelvo, leo y pienso: pero “¡¿quién demonios escribió esto?!” Y, para aclarar, no es que ande con problemas de memoria; es que hay algo más allá que está pasando aquí. Unos lo llaman escritura automática; otros, escritura en trance. Y yo, sinceramente, creo que es un poquito de ambos. Quizás, como escritores, somos vehículos de otros mundos, otros tiempos o realidades. ¿Místico? Sí. ¿Interesante? También. ¿Funcional para escribir buenas historias? Absolutamente.
Así que, ponte cómodo (a). Vamos a meternos de lleno en este viaje entre lo místico y lo práctico. Porque, aunque suene a ciencia ficción, tus historias y personajes podrían no venir de ti exactamente, sino de una conexión que ni nos esforzamos en entender.
Escritura Automática: Cuando el Subconsciente Agarra el Timón
Primero, no te asustes; no estamos hablando de películas de posesiones ni nada por el estilo. Escritura automática es básicamente ponerse a escribir sin pensar. Nada de estructuras, ni esquemas, ni listas. Aquí no hay planificación ni la más mínima intención de corregir mientras escribes. La clave es simple: escribir y dejar que las palabras fluyan como agua desbordada. Sin filtro, sin limitaciones, sin freno de mano.
¿Qué de dónde viene esta locura?
Los surrealistas, esos artistas que miraban una silla y pensaban en el universo, fueron los pioneros. André Breton, uno de esos locos maravillosos, describía la escritura automática como una forma de rascar la superficie de la mente para descubrir lo que realmente hay debajo. Así, dejas a tu cerebro hacer lo suyo sin intervenir, y empiezan a aparecer pensamientos e ideas que, si te das cuenta, suelen estar escondidos bajo capas de “lógica” y “censura”.
¿Quieres probarlo?
Fácil. Siéntate y escribe sin parar. No pongas filtros ni analices. Y, sobre todo, ni se te ocurra corregir nada. Al principio, te vas a sentir como si estuvieras escribiendo basura incoherente, pero poco a poco va a salir algo más interesante. Confía en mí.
Trance Literario: Cuando Te Desconectas y la Historia Toma el Control
Ahora, una cosa es la escritura automática, y otra cosa es el trance literario. ¿La diferencia? En el trance, tú desapareces. Te desconectas tanto de tu entorno, que ya no existe otra cosa más que esa historia. Esa escena, ese diálogo… eso es todo. Honestamente, en esos momentos ni sabes dónde estás. Solo que tu protagonista está a punto de decir algo que ni tú te esperabas. Estás ahí, pero no estás.
Esto les pasa a muchos escritores. Terminan de escribir una escena, vuelven al “mundo real” y piensan: “¿Yo hice esto?”. Yo misma he tenido momentos en los que leo un fragmento mío y me sorprendo, como si alguien más lo hubiera escrito. ¿Por qué ocurre? Algunos psicólogos lo llaman estado de flujo. Es ese estado mental donde estás tan concentrado en una actividad que todo lo demás se desvanece. El tiempo, los ruidos, los problemas… no existen.
Es como si el cerebro entrara en una especie de modo especial, sin bloqueos, y simplemente dejara fluir ideas y emociones que normalmente están enterradas. Y no, no es cosa de magia (aunque podría parecerlo); es que el cerebro, en esos estados de concentración, funciona de otra manera, permitiendo que los pensamientos salten sin censura.
¿Estamos Conectados a Otros Mundos?
Aquí viene lo que da escalofríos. A ver, ¿nunca te ha pasado que escribes algo y piensas: “esto no salió de mí, esto vino de algún otro lado”? Bueno, no estás sola ni estás loca. Jacobo Grinberg, un neurofisiólogo y psicólogo mexicano con ideas bastante rompedoras, propuso la Teoría Sintérgica.
Según Grinberg, el cerebro interactúa con una especie de “matriz” de información que está en todos lados, algo así como una red energética que conecta todo lo que existe. Entonces, cuando te pones en “modo trance” o llegas a un estado alterado de conciencia, tu cerebro se conecta a esta “matriz” y capta realidades alternativas.
Grinberg decía que, en estados de conciencia como el trance o la meditación profunda, el cerebro distorsiona esta matriz y accede a dimensiones de la realidad que normalmente no vemos. Así que, en teoría, cuando estás en pleno trance literario, podrías estar accediendo a otra realidad de dónde vienen todas esas historias, personajes y situaciones que a veces ni recuerdas haber escrito. ¿Un poco alucinante? Sin duda. Pero, si lo piensas, tiene cierto sentido para quienes escribimos.
Cómo Aprovechar el Campo Sintérgico en la Escritura
Si ya te convencí de que escribir en modo “poseída” no es tan raro y hasta puede ser útil, aquí van algunos tips para aprovechar esta conexión mística y medio surrealista en tu proceso de escritura. Y tranquila, no necesitas incienso ni invocar a los dioses de las musas, a menos que te guste.
1. Ambiente perfecto:
Nada de interrupciones, cero distracciones. Ponte los auriculares, elige música que te transporte, y siéntate a escribir sin esperar nada. Las primeras palabras te van a parecer tontas, pero dale un rato y verás cómo fluyen las ideas. La clave es dejar que salga.
2. Escribe sin pensarlo demasiado:
Usa la técnica de escritura automática. Escribe como si alguien te estuviera dictando desde otro mundo. No te detengas a ver si tiene sentido. Rompe esa barrera racional que solo sirve para limitar tu creatividad.
3. Meditación o respiración profunda:
Sí, suena raro, pero esto ayuda a calmar la mente. Al relajarla, reduces la autocrítica y puedes explorar pensamientos que, en tu estado “normal”, ni se asoman. La meditación abre una puerta a lo que Grinberg llamaría “el campo sintérgico”.
4. Lee como si fuera ajeno:
Después de un tiempo, relee lo que has escrito. Vas a sorprenderte de la profundidad o de lo extraño que te resultan tus propias palabras. Es como descubrir un tesoro que ni tú sabías que tenías.
5. Personajes que se cuestionen la realidad:
Si te interesa llevar esto a tu historia, crea personajes que vivan experiencias similares. Protagonistas que sientan que hay “algo más allá” en su realidad pueden añadir profundidad y un toque místico que engancha. Además, el lector se lleva una parte de esa “posibilidad” de otras realidades.
Cuando la Escritura se Convierte en un Misterio
Si algo nos enseña la escritura automática y el trance es que nuestra mente es un misterio, y nuestra creatividad es solo la punta de un iceberg gigante. Quizás no somos nosotros quienes inventamos las historias; tal vez somos solo el canal por el cual esas historias pasan. Y ¿sabes qué? Eso no quita mérito; al contrario. Significa que estamos conectados a algo mucho más grande.
Así que, la próxima vez que alguien te pregunte de dónde sacaste esa idea, sonríe, y respóndeles con toda la mística posible: “Ni idea, yo solo soy la ventana”. Porque, a veces, las mejores historias son aquellas que nos sorprenden hasta a nosotros.