La Edición de Estilo: Aprende a editar tu primer borrador

Cuando hablamos de la edición de estilo, no estamos hablando de mover comas como si fueran piezas de ajedrez ni de cambiar palabras porque sí. No, amigo, estamos hablando de un arte fino, detallado y, si me preguntas, probablemente lo más importante después de tener tu historia escrita. Esta etapa es donde conviertes esa maraña de palabras que llamas «primer borrador» en una prosa fluida, con ritmo, coherencia y tu sello personal.

¿Suena complicado? Pues, sí, lo es. Pero no te asustes. Aquí te explico cómo hacerlo bien, paso a paso. Te enseñaré lo básico, pero será lo justo para que no le entregues un pequeño Frankenstein a tu editor.

Cuando hablamos del ritmo en una novela, no nos referimos a que tengas que ser DJ. Nos referimos a la cadencia con la que tus frases fluyen, a cómo cada oración se enlaza con la siguiente sin que el lector se detenga a pensar: «¿Qué demonios pasó aquí?». Si tu texto es una montaña rusa de frases interminables y cortas sin sentido, el lector se va a marear, aburrir, y puede que termine lanzando tu libro al rincón más oscuro de la casa (no queremos eso, ¿verdad?).

Primero, haz algo sencillo pero efectivo: léelo en voz alta. Sí, tal cual. Si te quedas sin aliento o sientes que te estás aburriendo mientras lo lees, tienes un problema de ritmo. Lo que buscas es un balance, que el lector disfrute del vaivén de tus palabras sin necesidad de detenerse a tomar una siesta entre frases.

Antes de que pudiera siquiera pensar en lo que estaba a punto de suceder, el viento sopló con tal fuerza que todos los árboles a su alrededor se agitaron, provocando un ruido ensordecedor que la dejó paralizada, y todo lo que pudo hacer fue mirar fijamente al horizonte mientras sentía que su corazón latía cada vez más rápido, sin poder moverse ni emitir un solo sonido.

El viento sopló con fuerza, agitando los árboles. El ruido la paralizó. Su corazón latía cada vez más rápido. No pudo moverse ni emitir un sonido.

¿Ves la diferencia? El ritmo ahora está balanceado, y las ideas fluyen sin que el lector tenga que detenerse a recobrar el aliento.

Este es uno de los pilares fundamentales de una buena edición de estilo. Si puedes decir algo en cinco palabras en vez de diez, hazlo. No se trata de ser minimalista porque sí, sino de ser claro y eficiente. Nadie quiere leer una novela llena de frases pomposas y cargadas de adornos innecesarios. Aquí lo que importa es cada palabra.

Primero, acepta esto: todos hemos llenado páginas con frases redundantes, repeticiones y palabras que, aunque suenan poéticas en nuestra cabeza, no hacen más que molestar al lector. ¿Te acuerdas de esas repeticiones que metiste sin querer en tu manuscrito? Pues sí, es hora de despedirse de ellas. No necesitas decir lo mismo dos veces ni adornar lo que ya es obvio.

Ella levantó su mano derecha hacia el cielo azul claro y brillante, lleno de nubes algodonosas y blancas, mientras pensaba en todas las cosas maravillosas que le habían sucedido ese día.

Demasiado, ¿verdad? Ahora veamos cómo lo podemos simplificar:

Ella levantó la mano hacia el cielo azul, pensando en lo maravilloso de ese día.

Lo mismo, pero más claro, directo y efectivo. Menos es más, siempre.

El frío helado congelaba sus dedos mientras la nieve blanca y pura cubría todo a su alrededor, envolviendo el paisaje en una gélida manta de invierno.

Vamos a quitarle el exceso:

El frío congelaba sus dedos mientras la nieve lo cubría todo.

La voz narrativa es tu firma como escritor. Es lo que te hace único, lo que le da personalidad a tu novela. Aquí no estamos hablando de narradores formales o coloquiales, sino de coherencia. Una vez que estableces una voz, no cambies el tono sin razón, porque si lo haces, corres el riesgo de confundir a tu lector y hacer que pierda la conexión con la historia.

Si decides que tu narrador será irónico o sarcástico, mantén ese tono durante todo el libro. No puedes empezar con una narración profunda y filosófica y, a mitad de camino, soltar frases casuales o coloquiales sin una razón clara. La consistencia en el tono es clave para que tu novela tenga una identidad clara y definida.

Narrador serio:

El anciano se acercó con paso lento, sus años pesando sobre sus hombros, mientras observaba el horizonte con sabiduría. «La vida no es más que un suspiro», murmuró para sí mismo.

Y luego, de repente:

Pero entonces gritó: «¡Vamos, que la vida es corta, viejo loco!», y salió corriendo como un chiquillo.

El anciano avanzó con paso pesado, la sabiduría de sus años reflejada en su mirada. «La vida no es más que un suspiro», murmuró para sí mismo.

Ahí tienes un tono consistente, lo que hace que el lector no sienta que está leyendo dos libros diferentes a la vez.

Si algo le quita potencia a tu prosa es la redundancia. No hay nada más frustrante para un lector que leer la misma idea una y otra vez. Cuando sientas la tentación de explicar algo por segunda vez, pregúntate si ya lo dijiste antes. Si la respuesta es sí, entonces córtalo sin piedad.

Ella bajó las escaleras lentamente, paso a paso, con cada pie descendiendo de forma lenta, hasta llegar al final de la escalera.

Ella bajó las escaleras lentamente hasta llegar al final.

No necesitas más. El mensaje está claro y directo.

La edición de estilo es como lijar una escultura de mármol. Cada detalle cuenta. Al principio puede parecer que no estás haciendo mucho, pero con cada retoque, la prosa comienza a brillar más y más. No te precipites, sé meticuloso, y asegúrate de que cada frase, cada palabra, tenga su propósito.

El personaje estaba triste.

Aquí es donde entra el «mostrar, no contar». Mejor sería algo como:

Se le cayó el teléfono de las manos y, con la mirada vacía, se dejó caer en la cama, incapaz de llorar siquiera.

Cuando te sumerges en la edición de estilo, es fácil perder de vista el equilibrio necesario entre ritmo, mostrar y contar, y la economía del lenguaje. Si no tienes cuidado, puedes terminar haciendo lo contrario de lo que querías mejorar. Aquí te explico cómo evitar algunas de las trampas más comunes. Por eso es mejor dejarlo en manos de profesionales, pero insisto esto es solo para que puedas revisar tu manuscrito una vez terminado, algo así como la primera, segunda y tercera revisión. Antes de enviarlo a tu editor.

Todos hemos oído la regla de oro de la escritura: «show, don’t tell» (muestra, no cuentes). Y aunque es una técnica excelente para sumergir al lector en la historia, si te obsesionas con mostrar todo, puedes sobrecargar las escenas con detalles que no son necesarios, lo que terminará por ralentizar la trama.

Sus manos temblaban, sus uñas se clavaban en la palma de su mano, sus labios se curvaron en una mueca, y sus ojos ardían con una intensidad que quemaba la sala entera.

Este es un ejemplo de cómo mostrar cada pequeño gesto de ira puede saturar el texto. El lector no necesita tantos detalles para entender que el personaje está furioso.

Solución más concisa:

Apretó los puños, temblando de ira.

Con esta versión, la esencia se mantiene intacta, pero no estamos sobrecargando al lector con cada detalle de la reacción del personaje. Menos es más, incluso al mostrar.

Al dar detalles adicionales para enriquecer una escena, es fácil olvidar que cada palabra debe tener un propósito. El riesgo es que te enredes tanto en las descripciones que termines rompiendo la economía del lenguaje, haciendo que el texto sea denso y agotador para el lector.

El sol del atardecer, con sus rayos dorados, bañaba las hojas de los árboles, haciendo que sus verdes brillaran con una tonalidad mágica que transformaba todo el paisaje en una escena sacada de un cuento de hadas. El viento soplaba suavemente, agitando las ramas de esos mismos árboles y creando un susurro que resonaba por todo el parque.

Este párrafo es bonito, sí, pero innecesariamente largo. El lector no necesita tanto adorno para visualizar la escena.

Solución más concisa:

El sol bañaba las hojas de los árboles, creando un brillo dorado mientras el viento susurraba entre las ramas.

Mantienes la atmósfera sin saturar la prosa con detalles innecesarios. Recuerda, lo importante no es llenar de palabras una página, sino hacer que cada palabra cuente.

Cuando te centras en mejorar tu estilo, puede ser tentador añadir más descripciones o diálogos ingeniosos. Pero ten cuidado, porque esto puede ralentizar el ritmo de tu historia y estropear el flujo natural de los acontecimientos. El ritmo es tan importante como el estilo, y no puedes sacrificar uno por el otro.

Justo antes de que la espada atravesara el pecho del héroe, recordó aquel verano en la granja de su abuelo, donde las flores de girasol bailaban al ritmo del viento, y las noches eran tan tranquilas que solo el canto de los grillos perturbaba el silencio.

Este tipo de reflexión está muy bien, pero no aquí. En medio de una escena de acción, este tipo de interrupción rompe la tensión y el ritmo que tanto trabajo te costó crear.

Solución ajustada al ritmo:

La espada se hundió en su pecho, y todo lo que pudo pensar fue en el verano en la granja, donde la paz reinaba.

Esta versión aún incluye la reflexión, pero de manera rápida y directa, sin interrumpir la acción. El lector puede seguir el ritmo sin desconectarse de lo que está pasando.

Este es uno de los errores más comunes en la edición de estilo. Cuando estás tratando de enfatizar algo, puedes terminar repitiendo la misma idea con diferentes palabras o añadiendo descripciones que, en realidad, no aportan nada nuevo. Esto no solo cansa al lector, sino que hace que tu prosa pierda potencia.

Ella bajó las escaleras lentamente, paso a paso, con cada pie descendiendo de forma lenta, hasta llegar al final de la escalera.

Aquí estamos diciendo lo mismo varias veces. Es redundante.

Solución más directa:

Ella bajó las escaleras lentamente hasta llegar al final.

Con esta versión, eliminamos lo repetido y logramos que la escena fluya mejor.

Es fácil caer en la trampa de cambiar de estilo o tono sin darte cuenta, especialmente cuando estás trabajando en diferentes partes de la novela o editando en días separados. Sin embargo, la voz narrativa debe ser consistente. Si tu narrador tiene un tono sarcástico, no cambies repentinamente a un tono filosófico o sentimental, a menos que sea parte de un cambio bien justificado.

Narrador formal:

El anciano se acercó lentamente, con la sabiduría de los años reflejada en su mirada.

Cambio brusco de tono:

Pero entonces gritó: «¡Venga, viejo loco! ¡Corre, que la vida es corta!», y salió disparado como un niño.

Este cambio no tiene sentido si la voz había sido formal y seria hasta ese punto. El lector se sentirá descolocado.

Solución para una voz consistente:

El anciano avanzó con paso pesado, mientras murmuraba para sí: «La vida no es más que un suspiro».

La coherencia es clave para que el lector no sienta que la historia es una mezcla de estilos desordenados.

El Equilibrio es la Clave

La edición de estilo es una tarea minuciosa que requiere que pongas atención a cada palabra, cada frase y cada escena. El equilibrio entre ritmo, estilo y claridad es crucial. Si sacrificas uno, el texto pierde fuerza. Recuerda que el objetivo es hacer que tu historia sea atractiva, fluida y fácil de leer, sin perder tu toque personal.

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