Capítulo 12 (Angineé)
—Ay, mi Dios… no puedo parar de temblar —susurré aun paralizada en la cocina.
Creo que fue una gran equivocación, tirármela de mujer maravilla o mejor dicho de mujer decidida, dejándolo entrar al apartamento… me matará dejándome aquí tirada como un perro… o en este caso, como un trapo de cocina.
No sé en qué estaba pensando, pero algo me tiene desconcertada:
¿Por qué ponerse tan molesto por mi respuesta? Tengo que ser sincera conmigo misma, me asusté hasta la médula. Observar tan cerca cómo le crecían los cuernos con tanta rapidez, cómo cambiaban poco a poco los ojos de color, a ese negro tan intenso, notar su cambio de voz a una más grave y amenazante.
—¡Me matará! Necesito largarme de aquí… ¡ya! —susurré mirando hacia los lados para ver mis posibilidades de escape.
Me enfoqué en la puerta principal y salí corriendo hacia ella, cuando estaba ya por llegar, miré hacia el pasillo que daba al baño, viendo de reojo que ya Lonhard salía del lugar… sin cuernos y sus ojos con el color habitual, no me detuve, seguí mi rumbo, totalmente decidida a salir de ahí.
Logré salir de mi apartamento, corrí rápidamente por el pasillo que daba hacia el ascensor, pero el muy desgraciado apareció delante de mí, haciendo que me tropezara de nuevo con su gran pecho, pero esta vez terminé sentada de culo sobre el suelo.
—Maldición —dije.
—Qué bello vocabulario tienes, mujer —soltó de inmediato al escuchar mi mala palabra.
—¡Cállate! Cierra tu gran bocota, ¿Quieres? —le exigí.
Cuando terminé de decir eso, su cara estaba demasiado cerca a la mía, me levantó colocándome así de pies muy cerca de él, prácticamente podía respirar el aire que salía de su boca.
Dios mío… va a besarme —pensé.
—¿A dónde vas con tanta prisa? Dejaste ese aparato que llamas cocina encendido, mujer… creo que eso es peligroso, muchas almas llegaron al infierno por accidentes con esos aparatos si mal no recuerdo. Además, es de mala educación dejar sólo a un invitado, no me vengas a decir que eso cambió en este siglo, ¿O qué? Está de moda salir corriendo… o inventaste un nuevo juego de ver quien llega primero al estacionamiento —lo último lo dijo con un sarcasmo nada normal, pero siguió diciéndome—. Sabes mujer, creo que olvidaste que me puedo desmaterializar, siempre llegaré primero a cualquier lugar.
Acortó aún más la distancia entre nosotros.
—Ah, otra cosa… cuando sudas hueles mucho mejor —esto me lo dijo en un tono muy bajito, casi ni lo escuché, aunque si me hubiese gritado daba igual, el efecto habría sido el mismo, no podía quitar los ojos de sus labios, estaba demasiado concentrada en ellos. Todo mi ser permanecía concentrado en esa parte de su cuerpo.
¿Qué mierda me pasa? ¿Por qué será que mi cuerpo se quiere lanzar encima de él cuando lo tengo cerca? Cada vez la sensación es más punzante, empeora entre más lo veo, debe ser un hechizo de la bruja ¡Estoy segura! Intenté concentrarme diciéndole en tono serio:
—Tienes razón no debí correr, volvamos al apartamento. Aún tienes hambre, ¿verdad? —ya que no escaparía de él, tampoco era que le respondería todo lo que me preguntara o insinuara, así que obvié todo lo que me acababa de decir.
Mientras él arqueaba una ceja, se alejó de mi rostro, dio unos pasos hacia atrás lejos de mí para poder mirarme el cuerpo entero, pero se veía algo confundido.
Gracias a mi Dios que se alejó —pensé.
—Bueno, ya que lo mencionas. Sí, aún tengo hambre, espero no se haya quemado la comida, sería un desperdicio y si algo te preocupa, tranquila, no te mataré… no aún… por lo menos te seré sincero en ese aspecto.
—¿Cómo? ¿Piensas asesinarme? ¿En serio? —repliqué mientras sentía como se me bajaba la sangre del rostro, imagino que debía estar más blanca que una hoja de papel.
Él sólo sonrió diciendo:
—La bruja me dirá que hacer, si he de asesinarte para vivir bien, lo haré…eso, eso no lo pongas en duda… aunque si no… bueno, te dejaré tranquila, no te preocupes hasta entonces, no tomaré ninguna decisión, así que relájate —él muy desgraciado estaba sonriendo como nunca, y que los Ángeles me ayuden me encantaban sus perfectos dientes.
Pero en vez de demostrarle mi tonto embobamiento le dije:
—¿Sabes algo? Estás siendo muy arrogante —apenas lograba reconocer mi voz, estaba aún muy asustada, no sabía por qué una parte de mí confiaba en él, a pesar, de que no debía, de hecho, estaba loca por solo imaginármelo.
Que mierda es la vida, toda esta situación me aturde ¿Por qué será que él me dice algo y termino creyéndole? Y para colmo debo esperar el veredicto de la bruja.
Simplemente excelente —pensé con sarcasmo—. Ahora mi vida depende de esa loca.
Por otro lado, a pesar, de eso, quiero estar cerca de él, Dios mío sácame de todo este enrollo; si no, aunque no lo quiera aceptar, deberé esperar a que la bruja me saque de todo esto, necesito que quite este hechizo que me hizo para así dejar de pensar en Lonhard, sino terminaré pensando que tengo el síndrome de Estocolmo… eso sí que sería una gran novedad en mi vida.
Por favor, Diosito, por favor —pensé—, que todo salga bien.
—Vamos a la cocina —terminé diciéndole.
Mientras caminábamos por el pasillo y entrábamos de nuevo al apartamento le dije:
—¿Por qué quieres matarme? Sinceramente pensé que sólo lo decías por asustarme —una mentira no le haría daño a nadie ¿Cierto? Pues yo estaba segura de que él podría matarme, pero jugarme la psicología inversa con él era la clave, sólo esperaba que me dijera la verdad.
—A decir verdad, sólo asesiné un hombre en mi anterior vida, pero en el infierno asesiné a miles. Pero esos no cuentan porque ya estaban muertos, con eso no le hacía daño a nadie, solo los asesinaba para que revivieran y volvieran al mismo lugar, al mismo tormento, sólo hice lo que tenía que hacer para sobrevivir en ese horrible lugar. Aunque quiero que sepas que si debo matarte para librarme de todo esto… lo haré. —Lonhard parecía evaluar las palabras en los segundos que guardó silencio, luego continuó—. No tengo porque mentirte, pero si no hay motivo para hacerlo, pues no lo haré… así de simple, esa es la realidad que nos compete —sonrió mirándome a los ojos, acción que me demostró que sí decía la verdad.
Me exasperó la situación.
—¡Maldita bruja! —murmuré provocando que él soltara una carcajada.
—Me encanta tu dialecto —dijo.
Lo miré con mala cara respondiéndole:
—¿Te he dicho hoy que eres idiota, sobre todo arrogante? Normalmente no hablo así, digamos que sólo lo hago cuando tengo nervios.
—¿Estás nerviosa? Mira, en serio, de verdad, al menos hoy no te haré daño.
No le respondí, me enfoqué en buscar servirle la comida. Mientras buscaba un plato de los más grandes se me ocurrió preguntarle:
—¿Si la bruja te dice que no me mates, me asesinarás por conocer tu secreto?
—¿Cuál? ¿Qué soy un demonio? —soltó una carcajada y entre las risas— ¿Quién te creería?
—Tienes razón —dije sobriamente—, nadie me creería, es más ahora que lo pienso y hago una fugaz retrospectiva, ni yo misma me lo creo.
Al servirle la comida lo noté bastante tenso, la observó con detalle y por último la olfateó.
—Espero te guste —me burlé, esperando que de verdad le gustara, no quería desatar su ira por una mala comida, eso sí que sería el colmo.
Asintió y sonrió mientras se daba un bocado.
Él sólo se limitó a comer, al verlo noté como cerraba los ojos, se veía extasiado, como si fuera la mejor comida que hubiese probado en años. Eso me sacó una gran sonrisa a pesar del nerviosismo que ya tenía.
Unos minutos después quitó los ojos del plato a pesar que aún le quedaba un poco de comida, para mirarme, se mantuvo en silencio por unos segundos más, entonces me dijo:
—Cocinas muy bien, muchas gracias, estuvo divina.
¿Ya terminó? ¡Devoró la comida! ¿O será que pasé más del tiempo que creo mirándolo? —sonreí mientras empezaba a recoger el plato para lavarlo.
Mientras lavaba lo que ensucié en la cocina, noté que todo estaba en absoluto silencio. Eso aumentó mi nerviosismo, sin mencionar que estaba completamente de espalda hacia él. Evidentemente estaba consciente de que había un demonio en mi propia cocina y que no tenía oportunidad de defenderme si ese fuera el caso, así que lo mejor que podía hacer era relajarme y demostrar un poco de tranquilidad.
De repente sentí que me agarraban por la cintura. Unos segundos después entendí que Lonhard afincaba su cuerpo junto al mío, no podía voltearme estaba demasiado confundida, tanto que dejé de respirar.
—No sé por qué… cuando estoy cerca de ti… me provoca devorarte, hacerte mía, bella mujer, saborearte, olerte —susurró en mi oído.
Al escucharlo hablar casi me desmayo. Lonhard afincó aún más su cuerpo junto al mío. Sí, necesitaba ayuda divina para salir de esta.
Me agradaba, se sentía demasiado bien que su sexo estuviera muy duro, siendo frotado en movimientos lentos contra mi trasero; y mi cuerpo en ese momento no razonó, su reacción fue derretirse por él. Podría jurar que la temperatura de mi cuerpo se elevó, o tal vez era la cercanía de ambos lo que hizo que todo el lugar se avivar; por unos segundos solo fui consciente de como mi corazón palpitaba a diez mil por segundo.
¿Qué haces Angi? ¡Reacciona! —Me dije a mi misma casi que gritándome mentalmente— agarré fuerzas de donde no tenía, dando la vuelta para poder tenerlo de frente y como pude, agarré aire de forma muy audible y logré decirle:
—Creo que llegó el momento de que te vayas o hagamos algo mejor, vamos a casa de esa bruja para que rompa todo esto que ya se está desbordando entre nosotros —mi tono fue como si la situación no me hubiera afectado, a pesar de que moría por dentro por tenerlo más cerca de mí, todo mi cuerpo lo deseaba. Pero debía darme mi puesto.
Que conjuro tan molesto me hizo esa desgraciada bruja —pensé.
Él me miró y una mezcla entre decepción, rabia e indignación se cruzó por su rostro. Me soltó, se alejó de mí pasándose una mano el cabello y cuando pensé que no diría nada al respecto me respondió:
—Tienes toda la razón, necesitamos acabar con todo esto ¡Me largo ahora mismo de aquí! Gracias por todo. Mañana a las dos de la tarde te busco para visitar a esa mujer —su voz estaba ronca, muy distinta a la normal e indiscutiblemente no era esa voz que usó cuando se convirtió hace un rato en un demonio frente a mí.
¿Qué hice?… ¡Dios, se irá! Yo necesito más respuestas, quería también leer esa supuesta carta, quería saber más de lo que él sentía. En definitiva, estaba mal en todo esto, ahora después de lo que le había dicho, me daba cuenta que no quería que él se fuera. Pero a pesar de eso sólo logré responderle:
—Bien, mañana a las dos de la tarde… te espero.
Él se me quedó mirando, creo que esperaba otra acción de mi parte, pero luego de un rato se dio media vuelta, no salió por la puerta principal, solo se desmaterializó ante mis ojos.
Ya sola en mi apartamento, tenía un raro sentimiento de pérdida, me sentía más sola que nunca, como si fuese a caer en depresión, como ahogada… ¡mierda!… ¿Por qué querría estar con él? Aun y sabiendo lo que es, además, apenas y lo conocía.
Siempre tuve un control magnífico para no mirar a un hombre más de la cuenta, para evitarme problemas; y así, no ilusionarme o dejarme deslumbrar por cualquiera con un buen cuerpo, siempre pensé sólo en mi trabajo, hasta donde recuerdo ni he tenido tiempo de estar dolida o decepcionada por la pérdida de mi trabajo… simplemente lo que antes para mí era importante ahora no me importaba… ya que sólo tenía cabeza para pensar en él… en el condenado demonio que tenía mi mundo hecho un caos.
¿Pero cómo no pensar en él? Si era hermoso, además, me acababa de decir prácticamente que quiere acostarse conmigo… que me desea… que lleva días así.
—¡Y yo lo rechacé! —dije arrastrando las palabras en voz alta.
Ahora él debe de pensar que no me importa o que me da muy igual, de hecho, se largó en cuanto lo desprecié.
—Como cosa rara, espantando a los hombres que se te acercan… ¡Bien pendeja que eres! —me dije a mí misma sentándome sobre el sofá.
¿Bueno y entonces? ¿Qué me pasa? tampoco es que me tiraré encima de él a la primera oportunidad, por mucho que me provoqué —empecé a reírme—, como mujer por lo menos debo considerar hacerlo esperar un poco… ¿O no?
Es un demonio Angi, un jodido demonio.