Capítulo 14 (Angineé)
—¡Que mala noche he pasado! —susurré tocándome la cabeza, el dolor era insoportable.
Decidí preparar algo de comida para Lonhard. Desde que me desperté solamente sentía ganas de atenderlo, verlo bien y estar a su lado.
Me pareció muy extraña la situación, pero igual me dejé llevar. En cuanto llegó al departamento le ofrecí algo y él aceptó. Yo quedé complacida de que aceptara mi invitación.
—Tienes algo de bipolar, Angi —murmuré mirándome en el espejo, algo en mi rostro había cambiado. Ya no tenía las mejillas sonrojadas, como siempre: mi rostro estaba pálido.
Me asaltó de repente el recuerdo del sueño, haciendo que el dolor de cabeza se intensificara aún más. En el sueño repetía una y otra vez algunas frases como: “ámalo, él no te hará daño”, “ámalo, él es tuyo”.
Fue una cruel pesadilla porque sabía que estaba dormida, pero no podía despertar. Era una tortura querer hacerlo y no poder. Era igual cuando soñaba con Lonhard, algo parecía controlar mi sueño. Aunque logré despertarme gracias al reloj, porque lo activé para que sonara a las dos de la tarde, por lo visto, esos fuertes estímulos externos sí podían hacer que esa rara conexión con mis sueños se debilitara.
En varias oportunidades la mujer de mis sueños aparecía como una mujer hermosa. Pero de repente se veía manchada de sangre, con el rostro triste, demacrado. Eran imágenes intermitentes. Sinceramente, no entendía esa pesadilla tan rara.
Pero lo peor es que cuando la escuchaba hablar, sentía algo en mi cuerpo, nacían sentimientos hacia Lonhard que empezaban a emanar de mí. Sólo quería estar con él, sentir su protección, incluso protegerlo. En el mismo sueño sentía la confusión, se supone que no debía estar sintiendo todas esas cosas. Fue muy contradictorio. Cuando la mujer aparecía demacrada y llena de sangre mis sentimientos brutalmente cambiaban a dolor y angustia. No sabía si eran hacia la mujer, Lonhard o hacia mí misma. Era demasiado para mí.
Al despertarme me sentía súper cansada, era como si jamás hubiese dormido, estaba cada vez más agotada y agitada, como si algo absorbiera mis energías. Era como si el sueño lo hubiese vivido en realidad. Mis sentimientos daban vueltas como un torbellino dentro de mí.
¡Por Dios! Me estoy volviéndolo loca, ya no hago más que soñar. Para colmo, al ver a Lonhard en la puerta de mi casa y ver esa cara de preocupación que puso al verme, provocó que me derritiera por él. Tuve que disimular bastante, hasta terminé siendo odiosa y sarcástica. Debo admitir que cuando me siento acorralada o en aprietos, salen mis mejores sarcasmos. Sonreí para mí misma al divagar sobre eso. Hasta hoy no había aceptado que esas cosas eran parte de mí, aunque mis comportamientos fueran impredecibles.
Enfocándome de nuevo en Lonhard también admitía que, ese personaje condenado y oscuro, era hermoso. Su cuerpo transpiraba poder, sugería obediencia, sumisión. ¡Dios mío! Necesito con urgencia meterme de cabeza en el agua fría para calmar todos estos pensamientos. Miré hacia la cama para seleccionar la ropa que me pondría ya que tenía varios atuendos previamente escogidos.
—Como siempre, Angi, exagerando todo. Nada para ti es fácil —susurré, mientras caminaba hacia el baño, completamente desnuda.
Me metí en la regadera. Y empecé a relajar mi cuerpo.
Estoy excitada por él —pensé— Sí, lo estoy. Es difícil no estarlo con toda esa montaña de testosterona atormentándome. Todo esto tenía mis sensaciones a flor de piel.
Mientras que el agua caía sobre mi cuerpo, le di una buena lavada a mi cabellera; tenía ya dos días que no lo hacía, y con ello me sentía mucho más relajada
Me di la vuelta para tomar el champú y… ¡Mierda! ¡Lonhard estaba en mi baño! ¡Mi baño! Estaba desnuda, mojada, y además excitada.
¡Esto no puede estar pasando!
Sólo lograba ver su enorme silueta porque las puertas transparentes de la regadera estaban empañadas por el agua caliente, mezclada con la fría.
¿Cómo coño entró? Me aseguré de cerrar la puerta antes de entrar —pensé— creo que no estaba respirando. Estaba paralizada.
Unos segundos después vino la respuesta a mi mente de la tonta pregunta:
¡Aterriza Angi! Él se desmaterializa o se desintegra para aparecer en otro lado, de nada sirve que dejes las puertas cerradas.
—¿Qué haces, Lonhard? ¡Sal del baño, ya! —me sorprendí al escuchar mi voz, no fui nada convincente.
Sólo escuché cuando Lonhard tomó una larga bocanada de aire y luego exhaló con furia. Seguidamente volvió a tomar otra bocanada de aire y no pude evitar cerrar los ojos al escuchar esa respiración, era difícil no sentirme perturbada. Esa pesadilla que tuve me hizo tenerle un poco más de confianza. No sé por qué, pero desde que me desperté lo necesito; quería tenerlo sobre mí. Sabía que él también estaba excitado, el sonido de su respiración hacía que me excitara aún más.
¡Angi, el demonio está en tu baño! ¡Qué Dios me ayude, pero no deseaba tampoco que se fuera! Divagando en el cúmulo de mis pensamientos logré escuchar cuando Lonhard, con una voz ronca musitó:
—¿Estás excitada por mí, mujer? Puedo olerlo y estando cerca de ti puedo sentirlo. Sé que lo estás, debo admitir que me gusta que sientas esas cosas por mí.
No logré decir nada ya que mientras él hablaba, abrió la puerta de la ducha, metiéndose con todo y ropa. Empezó a mojarse todo, pero pareció no importarle. Sólo me miraba a los ojos, estaba muy cerca de mí, el espacio de la ducha no me favorecía porque era muy reducido, sumándole el hecho de que Lonhard tenía un cuerpo enorme; no podía controlar mis emociones.
No sentía miedo, al contrario, el cúmulo de sensaciones le confirmaron que estaba atraída y entonces Lonhard me acorraló con su cuerpo contra la pared; me besó intensamente, sólo sentía cómo sus labios tocaban los míos. Mientras él me acariciaba el rostro, yo no me resistí a nada, sólo me dejé llevar y poco a poco sentí como me excitaba más y más.
En lo que pareció una eternidad, se separó de mí. Su ropa estaba por completo mojada y mirándome a los ojos murmuró:
—No puedo soportar más tu olor, ni que estés tan cerca sin desear que seas mía, pero hacerte el amor en mi condición sería un riesgo, podría lastimarte.
Al escuchar eso sentí un horrible dolor en el pecho, sus palabras me abrumaron. Seguí mirándolo sin pronunciar una sola palabra. Observé que sus ojos estaban entre negro y violeta. Estaba anonadada por su hermoso rostro, para cuando me di cuenta halaba mi cuerpo hacia él para volver a encontrarme con sus labios.
Ahora estaba un poco tenso, pero a los segundos percibí como él tomaba el control de la situación otra vez. Con sus manos fuertes tocaba mi rostro, acercándome más al suyo para que así su lengua pudiera entrar en mi boca. Empezó a tocar uno a uno mis senos, los apretó con firmeza, pero sin lastimarme. Nuestras respiraciones retumbaban en toda la habitación. A pesar de que estaba totalmente desnuda, él no tocó mis partes íntimas y eso empezaba a desesperarme pues estaba decidida a estar con él.
El contacto de sus manos con mi piel era suave, muy dulce. Él pasaba sus manos una y otra vez por mis senos, luego besaba mi rostro hasta llegar a mi cabello. Me besaba con pasión. Yo sólo tocaba su pecho y su gran espalda, deseaba besarle hasta que se me desaparecieran los labios.
De repente empecé a sentir calor. No era precisamente por el agua, era el cuerpo de Lonhard que emitía ese calor. Él empezó a tornarse más caliente. Al mirarlo empecé a notar que sus cuernos crecían, sus músculos empezaban a marcarse aún más ¡Se estaba transformando!
Esta vez presenciar su lenta transformación me calentó aún más. No tuve miedo. Me excité a niveles incontrolables. Subí una pierna hacia su cintura, él la sostuvo con una de sus manos, halándome más hacia él. Unos segundos después empezó a acariciar mi pierna, mi torso, mi espalda y sentí que empezó a descontrolarse.
¡Lonhard me deseaba! Así ¡Así quiero tenerlo! Necesitaba tenerlo encima de mí.
Me embistió haciendo que pegara mi espalda fuertemente contra la pared, sintiendo su duro sexo junto a mí. Jadeé sin poder evitarlo. De repente escuché que Lonhard hizo una especie de gruñido.
¿Qué? ¿Acaso hice algo que le molestara? ¿O no le gusta que disfruté de él? —pensé un poco extrañada entre esos vigorosos besos.
De repente se soltó de mi agarre, alejándome de él, y de una forma muy seca y fría me gruñó:
—Te doy media hora para que termines de arreglarte, necesito ver a esa mujer, a esa vidente o bruja —dudó fugazmente, me observó, y sin decir nada más, se desmaterializó.
—Bastardo —solté en voz baja, apretando mi mandíbula. Estaba demasiado frustrada, no lo podía creer, el muy desgraciado me había dejado necesitada y jadeante. Se marchó como si nada de lo que acababa de ocurrir fuera importante, como si el estar conmigo no le hubiese provocado nada.
—¿Qué me pasa? —alcé la voz.
¡Así, no soy yo! —Me regañé mentalmente— No debí hacer nada de lo que hice con él. Debí sacarlo a patadas del baño, ¡¡Mi baño!!
Si hubiese estado tomando un baño en la bañera, juro por el cielo que me hubiera hundido, para ahogarme de una jodida buena vez. Eso era preferible a estar como estoy ahora, con esta cólera y excitación a la vez. Fue algo inimaginable lo que experimenté.
¿Por qué no lo llamas? Lo vuelves a besar y lo provocas. Los hombres no se resisten a eso.
—No, no, no —¿Por qué pienso así?, jamás he sido tan decidida con un hombre y menos con uno como él. Es que es tan hermoso. Mi inseguridad aumenta cuando lo tengo cerca.
Vamos Angi, eres muy hermosa y le gustas. ¿Cuál es el problema? ¡No! Entonces, Angi, ¿qué es lo que te pasa? ¿No besarás a ese desgraciado? Ni siquiera estando desnuda quiso poseerte. Vestida, buscándolo para provocarlo, no lograrás nada. ¡Prácticamente te despreció! Debe ser porque no tengo un esbelto cuerpo, ¿cómo le podría gustar? En fin, saldré del maldito baño y me vestiré.
—¡Ay, ¡Dios, ayúdame! Haz que no esté en mi cuarto.
Caminé lentamente esperando encontrarlo. Por Dios, no hace ni cinco segundos deseaba no encontrármelo. Pero, ¿qué me pasa? ¿Será que me volví completamente bipolar o mi cerebro caducó?
¿Y ahora qué? ¿A dónde vas?
—¿Cómo que a dónde voy?
Si, arréglate, como siempre. Ponte hermosa, de todas formas, eres muy bella. Tú le encantas a él —me llegó el pensamiento.
—¿Cómo? —solté una carcajada—. Estoy desconcertada. Yo, diciéndome a mí misma que soy hermosa. No me estoy volviendo loca… ya lo estoy.
Si no fuera tan incrédula juraría que alguien está controlando mis pensamientos. Aunque, psicológicamente, es imposible.
Mientras pensaba en eso, me decidí por unos jeans negros y una franelilla blanca, no me arreglaría jamás para ese desgraciado. Iré lo más normal e insípida posible.
Te pongas lo que te pongas. Serás hermosa. Sólo deja tu cabello suelto y ve lo más cómoda que puedas.
Mientras esos pensamientos pasaban por mi cabeza me senté frente al espejo para verme sonreír. Mis manos masajearon mi largo cabello. Me solté poco a poco la cola de caballo que me había hecho al salir del baño.
Al tomar conciencia de lo que hacía, fruncí el ceño. Luego, observé mi rostro en el espejo.
¡Qué extraño! ¿Qué se supone que estoy haciendo ahora? ¿Contemplándome?
Debe ser que ya estaba empezando a afectarme el no haber dormido en toda la noche o simplemente padezco de un trastorno de doble personalidad. Ese estúpido sueño acabó con todas mis energías. Necesito descansar. Al reunirme con esa bruja y acabar con todo espero dormir por semanas. Luego me preocuparé por retomar mi vida y conseguirme un nuevo trabajo.