Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 2

Capítulo 2 (Angineé)

—Definitivamente la genética no fue condescendiente conmigo —me miré de arriba abajo en el espejo. Mi cuerpo, y cualquier forma que se parezca a un embutido, es lo mismo.

Debí colocarme otros seis vestidos hasta lograr que uno me quedara aceptable. Aunque a decir verdad creo que soy demasiado exigente conmigo misma. Busco la elegancia con obsesión para estos eventos y es por eso que a veces le caigo mal a las personas. Sin embargo, admito que todavía tengo curvas. Me giro y sí, ahí sigue estando mi trasero. Tengo que sacarle más partido.

Escucho que tocan la puerta.

—¡Sí! ¡Ya voy! —grité desde mi cuarto, pero siguieron tocando insistentemente.

—¡Ya voyyyyy! Sea un poco paciente —Cómo sea otro vendedor de novelas baratas, me lo trago. Las personas son altamente atrevidas y exigentes al momento de disponer del tiempo de los demás.

El que toca la puerta empieza a impacientarse. Casi la tumba llamando.

Me molesté y grité:

—Voy, voy, voy —salí dando tumbos desde el cuarto a la sala, para evitar que tiraran la puerta a golpes.

Al abrir la puerta sentí cómo la sangre me subía a la cara y el suelo pareció alejarse de mí.

—¿Sofí? ¡Sofía! Por Dios, ¿Que te pasó?, ¿Por qué estas así? —Noté que estaba muy asustada, pues normalmente no pierde la compostura ante la gente. Sofía es, en concepto, igual a esas mujeres seguras de sí misma, elegante, con cierta arrogancia porque goza de prestigio y mucha inteligencia. Por supuesto, soltera. Sí, es la poco usual hermosa mujer con cerebro. No como yo, pequeña, delicada, cabello marrón y con una altura promedio, es decir, una “X”; sin nada con que llamar la atención, más que con mi gran currículo académico.

Mierda, ya empecé a divagar. Vamos Angineé concéntrate en Sofía —pensé. Concentrándome otra vez en Sofí, noté que su piel blanca no podía estar más blanca. Bueno, básicamente digamos que la veía algo gris, estaba complemente asustada. Su pelo, abundante y negro estaba todo despeinado, con… —me acerqué para lograr verla mejor.

—¿Qué es esto, Sofía? —pregunté para que me prestara atención, quitando una basurita de su cabello— ¿Esto es grama, Sofía? No me digas, ¿Son hojas?

Observé toda su ropa, asombrándome aún más. Le pregunté alzando la voz para ver si la muy estúpida salía del trance:

—¿Esto es barro Sofí? ¿Qué fue lo que te pasó? —con los ojos como platos y súper aterrada le grité las preguntas, imaginándome que algún delincuente había lastimado a mi mejor amiga. La película de una violación cruzó mi cerebro.

Finalmente empezó a abrir la boca, hablándome con lentitud:

—Angi, lo que he visto en mis sueños está ocurriendo.

¡Dios mío, que susto! Pero ¿Qué ha dicho? No puede ser —pensé. Todo esto tiene que ser un juego, nada de esto debe estar ocurriendo.

—¿No me digas que tú también tienes sueños extraños?

Sofía miró a los lados como si la persiguieran así que la hice pasar y cerré la puerta con todos los cerrojos para sentirme más segura. Ella estaba temblando, su ropa estaba rota a la altura de la rodilla y su camisa estaba dañada a la altura de los hombros. La verdad no entendía absolutamente nada de lo que pasaba.

De repente Sofía se sentó y suspiró como cayendo en cuenta de que ya estaba en mí apartamento a salvo. Con un tono de voz más audible y un rostro serio me sacó de mis divagaciones explicándome:

—Angi, la vidente tenía razón. No hay marcha atrás —las palabras fueron pronunciadas lentamente, mientras yo la miraba con los ojos desorbitados por la impresión de su comentario.

Al ver mi reacción, ella sólo puso la mano en su pecho y respiró con más calma, tranquilizándose a sí misma, pero provocando que me alterara aún más de la cuenta. Mi cerebro iba a mil por hora, recordando las últimas pesadillas, mis últimas desveladas. Le rogaba a Dios que ésta fuera una de esas pesadillas y que aquello no estuviera ocurriendo.

Pero no, la vida insistía en no darme lo que yo esperaba.