Libro 1: Serie Invocación – Entre el Infierno y la tierra – Capítulo 20

Capítulo 20 (Lonhard)

Cortarme los cuernos había sido muy mala idea, de igual forma esa demonio logró oler a Sofía y nos atacó primero.

No he logrado localizar a Angi, pero sabía que estaba aquí y que estaba viva porque sentía de todo dentro de mí ser. Tenía miles de sensaciones dentro de mi cuerpo: preocupación, ira, el dolor de saber que, por mi culpa, Angi pasaba por todo este calvario. Necesitaba con todo mí ser protegerla y eso mismo haría.

Ahora entendía que estaba profundamente enamorado de ella y si moría por mi culpa, no me lo perdonaría.  

No salía de mi asombro, al corroborar que la demonio que estaba jodiendo nuestra existencia era Dala. Aún no me lo podía creer; al toparme con ella y ver que la desgraciada estaba también en este plano. ¿Cómo salió del infierno sin un ancla? No lograba ver, ni oler a otro humano cerca, que me indicara que él la mantenía anclada a este lugar.

—¡Pelea desgraciado! —gritó Dala.

Estaba loca esta mujer. ¡Estaba enferma! Siempre quiso algo como acostarse conmigo en el infierno y jamás quise. La desprecié incontables veces. Ella era cruel, siempre asesinó sin piedad, logró subir varias veces a la superficie y asesinaba a sus anchas; aún consciente que si lo hacía tendría que volverse al infierno; iba y mataba a más inocentes, a los hacedores del bien, mujeres y niños sin ningún remordimiento; disfrutaba asesinando mujeres embarazadas.

Ella odiaba a los niños antes de morir y al llegar al infierno ese odio se incrementó, por esa razón su alma fue condenada a estar en ese lugar.

—Te mataré, así como maté a Angi —me gritó a todo pulmón Dala.

—Ella no está muerta —contesté, en eso la golpeé, ella salió volando golpeándose contra una mesa, destruyendo todo a su paso, se levantó rápidamente, se desmaterializó detrás de mí y me pateó la espalda, eso provocó que cayera sobre el suelo.

Me dio tres patadas en los costados, aguantando el dolor agarré una de sus piernas y así acostado en el suelo como estaba la levanté y arrojé contra el techo, ella golpeó con su espalda fuertemente el techo haciendo que cayeran pedazos de yeso del mismo sobre mí.

Enfocándome en la situación, logré moverme lo más rápido que pude y me levanté para ponerme en guardia y estar en posición de combarte, cubriéndome mi pecho y observando donde propinaría mi siguiente golpe.

Ella cayó de rodillas, visiblemente adolorida, pero se levantó sacudiéndose la ropa y miró hacia los lados.

—¿Dónde está la otra puta? —Dala, empezó a oler el aire.

Maldición, ya notó que Sofía se despertó del desmayo y que ya se había ido.

Esperaba que este tiempo donde distraje a Dala haya sido el suficiente para conseguir que Angi se largara de aquí con su amiga.

Aprovechando su descuido, salí corriendo hacia ella golpeándola en la cara, recibió todo el impacto, pero la perra peleaba sucio, se desmaterializó y por unos segundos no logré ver dónde estaba.

Di la vuelta para buscarla, me distraje lo suficiente como para permitirle que me hiriera con una daga el estómago. Solté un fuerte grito, el dolor fue espantoso, pero sentir me confirmó que Angi aún seguía viva, eso me dio fuerzas y determinación.

Agarré la daga que aún seguía clavada en mi estómago y se la clavé en el brazo, ella no emitió sonido de dolor, sólo soltó una carcajada de forma maléfica; tenía los ojos muy dilatados y comenzaron a ponerse rojos, característico del cambio de una demonio. Sacó la daga del brazo y me enseñó los dientes en una gran y espantosa sonrisa.

—¿Qué esperas que no te conviertes mi amado y dulce Lonhard? Sabes que así en este estado, ninguno de los dos moriremos. Vamos convirtámonos completamente en lo que somos —la petición fue en tono de burla.

—Cierto. Tienes razón.

Sin perder más tiempo ambos empezamos nuestro proceso de transformación.

El cuerpo de ella creció unos centímetros más, de su cabeza emergieron dos grandes cuernos de color gris claro, su piel se tornó roja, sus dientes se afilaron y los ojos se tornaron totalmente rojos.

Por mi parte también estaba totalmente trasformado, mi piel estaba muy roja, mis cuernos eran muy largos y negros, sentía un enorme e insoportable calor en todo mi cuerpo; veía todo más nítido, percibía todos los olores de los humanos que estaban a kilómetros de distancia.

Maldita sea, Angi y Sofía aún están aquí, pero bajo tierra. ¿Una especie de sótano?

—¡Ah! ¡Qué bien! Tus putas humanas aún están aquí, aparte están juntas. Ya me preguntaba en dónde estaría la zorra de Sofía. Si la había dejado tirada en el suelo del majestuoso golpe que le propiné. Las mataré a ambas y tú no podrás impedirlo.

En eso Dala empezó a retorcerse del dolor sin ninguna explicación, pues frente a nosotros apareció un hombre.

—¡Qué me jodan! —musité asombrado.

El desconocido expandió unas alas enormes.

Es un ángel —pensé sin filtrar el pensamiento. Inmediatamente esperé el mismo dolor que estaba sintiendo Dala, pero jamás llegó.

Me fijé de nuevo en Dala para ver que ella se revolcaba en el dolor, en nuestro estado demoníaco el dolor podría hacernos desaparecer, podría hacernos huir del lugar, si sólo pronunciar su nombre era doloroso, ver un ángel era mil veces más doloroso e insoportable, Dala ni siquiera podía gritar del dolor, estaba atónita y paralizada por el cúmulo de sensaciones dolorosas que sentía.

El que yo no sintiera todo ese dolor, daba sustento a la teoría que mencionó Sofía, es decir, que si podía también decir todas esas palabras que antes eran prohibidas para mi condición de demonio —Esta era la prueba que necesitaba para sentirme confiado.

—Lonhard. Escúchame, yo estaría dispuesto a matar a esta infeliz mujer, pero no puedo. Ya he interferido demasiado, no quiero agregar otro problema a mi larga lista. Cómo sabrás Angi aún está aquí —mientras el ángel me decía eso movió el brazo y apareció una imagen, como las que reflejaban esos aparatos que llamaban televisión, las brujas también podrían hacerlas. Era una visión, en ella logré ver a Angi sentada, muy golpeada y llena de sangre con Sofía a su lado. Entré en un estado de ira, quería matar a esta perra de Dala.

Sacándome de mis pensamientos el ángel se acercó a mí diciéndome:

—Están en el sótano. Ya puedes desmaterializarte hasta el lugar. Angi no puede morir y tú no puedes matar a la demonio, entiéndelo, sólo debe hacerlo Angi, tú sólo ayúdala a que el destino se cumpla —el ángel, al concluir, desapareció.

Aún maquinando lo que me había dicho el ángel terminé descuidándome, en eso Dala salió de su trance de dolor y se abalanzó sobre mí clavándome uno de sus cuernos en el brazo, el dolor fue terriblemente intenso, provocando que gritara con todas mis fuerzas.

—¡No te iras de aquí desgraciado, primero te mato! Ya no me importa dejarte vivo. Te voy a devolver a los infiernos —gritó Dala.

Miró de repente hacia arriba y vociferó:

—A ese engendro juro que lo mataré —se refería al ángel ya que en el infierno los llamábamos así.

—No matarás a nadie —le grité, pateando su pierna, escuché claramente como sonó su hueso al partirse, ella cayó de rodillas gritando de dolor, pues esa pierna rota, en su estado, completamente transformada, dolería demasiado, pero a su vez tardaría sólo unos cuantos minutos en curarse. Esa era la parte mala de todo eso de la transformación. Te regeneras rápidamente, hacía que la lucha se alargara demasiado si no se usaban ataques mortales.

Debía aprovechar el descuido de Dala para largarme y este sería el momento que aprovecharía para desmaterializarme ante Angi, sin perder un solo segundo, eso mismo fue lo que hice. Fui directo hacia donde ella se encontraba.

Kassfinol

Escritora de novelas románticas paranormales y libros de terror

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