Capítulo 21 (Angineé)
—Angi. Dime la verdad. Tú debes de saber. ¿Por qué ese ángel te ayuda? Ni siquiera vas a la iglesia —Sofía sonriendo, aún estaba aturdida por la hermosura del ángel. Así ella me lo negara, no le creería, pues su rostro mostraba otra cosa. No tenía moral para negarlo.
—No lo sé. No soy adivina. ¿Por qué mejor no le preguntas a tu condenada tía? O ¿Acaso estás celosa? —le pregunté también sonriendo. Sé perfectamente cómo ser irónica con ella, muchas veces lo hacía para sacarla de sus casillas, pero esta vez no lo logré.
—¡No! —alargó la palabra— es sólo que, espero que no me toque a mí ningún ángel; la castidad no me gusta, ni tampoco lo puro. Ya sabes que a esas cosas les tengo fobia —mientras Sofía decía esto hizo un gesto de repugnancia.
Sí, era cierta esa actitud extraña de Sofía de que a su edad aún se comportara como una rebelde sin causa, era extraña. Ella siempre debía ser la odiosa indiscreta y obviamente poco amable, sus novios o pretendientes por alguna razón también eran así.
—¡Cállate no seas idiota! De eso hablaremos luego. Mírate, andas pensando en machos en una situación como esta. Como siempre, pensando en ti misma. Por qué no mejor te enfocas en el problema en el cual estamos metidas por culpa de tu amadísima tía. Mejor ponte en alerta, que en cuanto llegue la demonio y se coloque frente a nosotras, al primer movimiento debemos atravesarla con este puñal —se lo mostré a Sofía, que abrió la boca sin darse cuenta; estaba anonadada por la belleza y energía que emanaba— ¡Hey, concéntrate Sofía! Es más, al primer movimiento que sienta en el aire moveré el puñal para no perder la oportunidad y atravesarla —le dije toda seria.
—Tú y tus dramas existenciales Angi. Lonhard la asesinará. ¡Tranquila! —me aclaró muy confiada cruzándose de brazos, puse mis ojos en blanco y le quité la mirada, demostrándole que la ignoraba. A veces me chocaba lo confiada que era Sofía ante los demás o con ella misma. En el segundo caso a veces explotaban los problemas.
Debía relajarme un poco; ya que esta vez, su confianza estaba sobre Lonhard.
Ella al ver que no decía nada me dijo:
—Bien. ¡Bien, Angi! Estemos al pendiente. Por cierto, ¿De dónde sacaste esa hermosa arma? Se ve demasiado costosa. ¿Dime, Angi, de dónde la sacaste?
Sabía que me preguntaría; era demasiado curiosa como para no hacerlo.
—Eres tonta. No la compré. Me la dio un ángel para que asesinara a la demonio— coloqué el puñal, con mucho cuidado de no cortarme ya que era muy filoso, entre el pantalón y mi cintura. Dejé la empuñadura por fuera para que se me hiciera mucho más fácil sacarlo con un solo movimiento.
—¡Ese ángel cree que podrás asesinarla! Pero mírate, apenas puedes permanecer sentada. Te estás muriendo. Además, no puedes ni caminar, deberíamos ver como salimos de aquí, si no irremediablemente morirás. ¡Por terca!
—Voy hacer lo que se me dijo y punto —contesté con determinación, no me convencería de hacer lo contrario.
—¡Maldición, Angi! A veces no te soporto. ¡Bien! Haremos lo que tú quieras. Te defenderé mientras pueda. Total, no te voy a dejar sola.
Así era Sofía. Muy leal, así eso implicara ponerse en peligro como en este momento. Sabía perfectamente que no me dejaría sola jamás.
Estuvimos varios minutos en un mortal silencio, en completa expectativa de reaccionar al mínimo movimiento, porque darle espacio a la demonio de que se moviera sería peligroso, ya que podría asesinarnos, teníamos que usar el elemento sorpresa.
En eso apareció Lonhard frente a nosotras, pero reaccioné demasiado rápido, sin pensarlo saqué el puñal y me abalancé contra su cuerpo. Todo había sido por impulso, sin pensar. Me moví creyendo que era Dala para así poder apuñalarla a la altura de su estómago.
—Angi —gritó Sofía con ojos como platos.
—¡Hey! ¿Qué haces con eso? —preguntó Lonhard echándose rápidamente hacia atrás, gracias a Dios el puñal no tocó su piel si no estaría herido por mi culpa.
—Disculpa, Lonhard —le dije toda temblorosa, asustada de poder herirlo. Lo miré a los ojos y por primera vez. Noté su cuerpo, sus ropas… estaban totalmente desgarradas, tenía medio metro más de altura, eso sin contar lo grande que estaban sus cuernos, sus ojos totalmente negros, y había algo que era imposible no percibir… la temperatura del aire comenzó a sentirse más caliente a los pocos segundos de su llegada… ese calor emanaba de él.
—¡Eres idiota Angi casi lo matas! —dijo Sofí. A Lonhard no pareció molestarle mi reacción, pues sin más terminó preguntándome:
—¿Ella te hizo esto? —su voz era terrorífica.
Supongo que éste es su lado demonio o bueno, su transformación completa —pensé.
—Sí, esa perra, esa desgraciada demonio de pacotilla fue la que le hizo todo esto —le respondió Sofía. Por alguna extraña razón yo no podía hablar, estaba atontada con su cuerpo, orgullosa de ver cómo le importaba a Lonhard, pero a la vez estaba un poco asustada, porque parecía que explotaría en rabia en cualquier momento. Se veía amenazante, lleno de ira.
—¡La mataré yo mismo! No me importa lo que dijo ese ángel ¡YO LA MATARÉ! —gritó Lonhard. Entonces puso cara pensativa, cómo si esperara que ocurriera algo, un algo que nunca pasó, supongo que fue por la palabra prohibida que dijo.
Si debe ser eso, él aún no se acostumbraba a su nueva condición, aunque su transformación no ayudaba —pensé mientras sonreía.
La verdad es que era un poco gracioso verlo poner esa mirada, no disimulaba absolutamente nada de lo que sentía, para mí era como ver un libro abierto.
En cuanto sonreí, él me tocó el rostro, sentí el calor que emanaba de sus dedos, en mi rostro se sentía reconfortante, muy cálido.
—Lonhard perdona que interrumpa tu escena de cursilería. Pero mira, Angi morirá pronto. El ángel estuvo aquí y le dijo a Angi que… —Sofía fue interrumpida por Dala que apareció justo detrás de ella. No logré ver qué le hizo la muy desgraciada, pero Sofía cerró sus ojos con rostro agonizante, cayendo boca abajo sobre el suelo.
Oh, por Dios, Sofía tenía un puñal en su espalda, sangraba profusamente, el piso rápidamente se llenó de sangre.
—¡No! —grité con todas las fuerzas que me quedaban.
No puede ser, Sofía ni se movía. ¡No, no… no! Esto no está pasando —pensé. Mientras miraba el cuerpo inerte de Sofía, sin poder correr hacia ella porque mis piernas no se movían ni un centímetro.
Lonhard furioso se desmaterializó frente a la demonio golpeándola en el estómago; Dala, salió volando lejos de él aterrizando contra la pared, al instante no podía verlos a ninguno de los dos, sólo veía destellos por todo el gran sótano, ambos se desmaterializaban para golpearse, sólo se escuchaban los estruendosos golpes que se propinaban. Ocurría tan rápido que casi era imposible verlos. Escuché en varias oportunidades como las cosas se partían a mí alrededor y las risas irónicas que soltaba Dala.
Tomé aire enfocándome de nuevo hacia donde estaba Sofía. No hacía ningún movimiento, estaba completamente inmóvil. Miré bien donde había sido clavado el puñal y rogué a Dios para que no estuviese clavado dentro de algún órgano vital, traté de arrastrarme hacia donde estaba ella. Poco a poco me di cuenta que podía llegar a su lado, pero cuando ya estaba cerca sin querer me herí con el puñal del Arcángel.
El dolor fue soportable, pero bien tonta que fui al lastimarme yo misma, me detuve por un momento para ver qué tan grave había sido la herida en mi estómago.
—Antes de arrastrarme debo quitarme el puñal de este lugar —susurré mientras levantaba mi camisa para notar como de la herida que me había hecho empezaba a botar mucha sangre.
¡Excelente ahora ambas estamos heridas! Para mejorar la situación —pensé.
A los dos segundos, abrí mis ojos como platos viendo cómo se cerraba mi herida —Dios mío ¿Qué está pasando? —susurré, para darme cuenta que empezaba a sentirme muchísimo mejor, la herida de mi estómago se terminó cerrando completamente. Mis demás dolores empezaron a calmarse. Logré respirar sin ningún tipo de dolor, mi cabeza dejó de doler. Toqué mi rostro y las heridas que tenía habían cerrado completamente. ¡Estaba recuperándome a una velocidad sorprendente! Miré atrás para notar que la pelea entre Dala y Lonhard continuaba. Intenté mover mis piernas y estas reaccionaron sin problema alguno. Era un hecho estaba: completamente curada.
Supongo que, así como el puñal podía asesinar, también podía curar. El ángel dijo que Dala moriría con una simple herida, por otro lado, yo me sané completamente gracias a él. ¿Será entonces que este puñal cumple diferentes acciones o funciones? —me cuestioné, pero deseché el pensamiento; debía llegar como fuese, donde estaba Sofía.
Miré unos segundos para ver como seguía la pelea. Dala había perdido un cuerno. Estaba bastante herida, a decir verdad.
Decidí seguir arrastrándome hacia donde estaba Sofía, no caminaría, no quería llamar la atención de Dala, quería pasar desapercibida; es más, necesitaba que Lonhard mantuviera a Dala entretenida en la pelea, para ver si cortando a Sofía con el puñal, le pasaba lo mismo que a mí. Necesitaba que se curara de esa fea herida, claro, esperaba también que ella no estuviese muerta en estos momentos.
Al llegar a Sofía, la toqué.
—Oh, por Dios —susurré, estaba sin color y un gran charco de sangre a su alrededor, empezaba a ponerse fría.
Creo que la euforia del momento me hacía ver que las cosas pasaban más rápido, pero para la cantidad de sangre que había en el piso y su condición, al parecer había pasado más tiempo del que yo era capaz de asimilar o entender.
—¡Sofí! ¡Sofí! —la llamé mientras tocaba su rostro, pero no tenía respuesta estaba inmóvil.
—Sofía perra estúpida muévete. ¡No me hagas esto! Muévete. Despierta por favor —le susurré al oído no quería llamar la atención.
Empecé a sentirme furiosa y dolida, eso provocó que empezaran a salir mis lágrimas. Una inmensa tristeza me recorrió. Intenté encontrar su pulso, pero no sé si era porque estaba muy nerviosa, pero no lograba detectarlo.
—Dios mío ¡Sofía está muerta! —la afirmación me llenó de una rara sensación: era determinación. Entonces terminé diciendo—. Te atravesaré con esto —susurré mientras sostenía el puñal en una de mis manos—, si estás muerta quedarás bien muerta, pero si no lo estás, espero estés a tiempo para curarte, tengo fe en que te pasará lo mismo que ocurrió conmigo. Y espero seas lo suficientemente buena, porque creo que este puñal erradica el mal —esto último lo dije en tono irónico.
¡Oh, mi Dios, amiga, como si pudieras oírme! —pensé.
De repente pensamientos que sabía que no eran míos llegaban a mi cabeza. Por alguna extraña razón estaba segura de que lo que decía. Era cierto. Este puñal erradicaba el mal. Por otro lado, ayudaba a las personas de buen corazón.
—Mierda, ¿qué es todo esto? —susurré. ¿Será por eso que terminé curándome? Bueno, tampoco es que haya sido una mala persona, mis divagaciones se detuvieron bruscamente al escuchar un estruendoso sonido detrás de mí. Miré hacia atrás, para darme cuenta que Lonhard había sido tirado contra la pared provocando que quedara inconsciente. La escena me puso nerviosa. No lograba ver por ningún lado a Dala.
—Mierda ¡No puede ser! —susurré, mi reacción fue inmediata, agarré el puñal que Sofía tenía en su espalda y lo saqué de donde estaba enterrado, inmediatamente la sangre empezó a salir sin parar, tenía una hemorragia incontrolable, intenté detenerla haciendo presión con mi mano, pero fue en vano la sangre no dejaba de salir. Sólo terminé empeorando la situación.
En mi desesperación, me sentía culpable. Sofía no debía morir, debí haber sido yo. Eso pensaba mientras veía como ella terminaba de desangrarse ante mis ojos.
Debo herirla con el puñal que me dio el ángel. Lo sé, algo me lo dice. Aunque sinceramente no podía apuñalar a mi amiga en la espalda. Ella seguía igual, tenía miedo de que si se salvaba podría dañarle al mismo tiempo un órgano. Cuestión estúpida porque sabía que estaba muerta. Así que, siguiendo mis estúpidas conjeturas, sostuve su mano izquierda porque… bueno, con esa mano ella no escribía y le enterré el puñal.
El puñal atravesó con una increíble facilidad la delicada mano de Sofía, inmediatamente al sacarlo miré con asombro como la herida de su mano empezaba a sanar, quería ver si la de su espalda estaba mejor, pero no encontré. La herida que le había causado la muerte estaba completamente curada. Todo ocurrió en muy pocos segundos.
Una sensación de felicidad recorrió en mi cuerpo y grité:
—¡Sí! —Oh, mierda esto puede llamar la atención de Dala— pensé encogiéndome de hombros.
Miré hacia los lados, buscándola. Sosteniendo el puñal bien fuerte en mi mano, pero no estaba. Me enfoqué por unos segundos hacia donde estaba Lonhard para darme cuenta que no tenía ningún cuerno, pero mantenía su forma demoníaca, y seguía desmayado en el suelo.
—¿Esa desgraciada le cortó los cuernos? ¿Pero en qué momento? Podría jurar que cuando cayó desmayado aun los tenía —susurré. Sintiendo como una fuerte molestia invadía mi ser. Sentía ganas de protegerlo.
—Sofía ¡Sofí despierta! —le rogué— la toqué en el cuello y estaba caliente. Notablemente, ya respiraba.
—Oh, mi gran Dios, ¡estaba muerta! Salvé a Sofía de la muerte —dije asombrada de lo que veía. Hasta el color natural de su cuerpo había regresado. Se veía algo radiante.
La zarandeé para que se despertara, pero nada, no reaccionó.
¡Estúpida Sofía! —pensé. Bueno, mejor así, que se quede como está, de esta forma Dala pensará, que aún está muerta, no se fijara de nuevo en ella.
Con la tranquilidad de que Sofía ya estaba respirando, dentro de mi empezaron a crecer unas ganas inmensas de terminar con todo esto, quería eliminar a Dala; todo esto ya era suficiente, Lonhard estaba inconsciente y la muy perra asesinó literalmente y sin piedad a mi mejor amiga.
Ahora sí que quiero asesinarla con mis propias manos.
El corazón me palpitaba a mil por segundo, mi respiración empezó a hacerse cada vez más rápida, me llené de coraje, terminé gritando con todas mis fuerzas:
—¡Dala!
Necesitaba matarla, necesitaba llamar su atención.
—Vamos, Dala. ¡Aparece! ¿Acaso me tienes miedo? —grité mirando a los lados.
—Ella no aparecerá mientras dos ángeles y un guardián de los cielos estén aquí —dijo una voz masculina detrás de mí, pero no fue cualquier voz. Era la del Ángel, que antes se me había aparecido.
Me di la vuelta para tenerlo cara a cara.
—¿Cómo? —pregunté mirando hacia los lados para localizar a los ángeles que él mencionaba—, pero no lograba ver nada.
—Pero ¿Qué dices? Aquí no hay nadie —le dije con mala cara. No entendía lo que me decía.
—Sí. Sí, lo están Angineé. Te dije que solo apuñalaras a la demonio con ese puñal —el Ángel puso mala cara, si a eso se le puede ver como mala cara, porque el rostro era igual de hermoso.
—No entiendo explícate, de verdad que no entiendo lo que me dices.
—Ya luego me entenderás, me llevaré a Sofía conmigo para que así sólo quedes tú en este lugar. Pero por favor, por lo que más quieras, no uses ese puñal con nadie más al menos que sea esa demonio.
Miré a Sofía. Asentí con la cabeza diciéndole:
—Si llévatela por favor, cuídala —No me preocupaba que se la llevara; para este momento ya le tenía demasiada confianza a este ángel—. Pero dime algo. ¿Y con Lonhard qué? ¿Acaso está muerto? Míralo no se mueve desde hace un buen rato.
—Él solo puede morir si le es separada la cabeza de su cuerpo, como verás aún no está muerto —me señaló con su mano a Lonhard. Bueno, era cierto: su cabeza estaba donde debía estar—, pero el daño de sus cuernos no podrá ser reparado, concluyó el ángel mirando con lástima a Lonhard.
—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté, inmediatamente sentí que la respuesta no me agradaría.
—Sus cuernos fueron arrancados en su forma demoníaca, así pues, todo daño causado en su forma demoníaca que afecte directamente a su naturaleza, como cuernos, un brazo o pierna arrancada, es permanente. El daño es irreparable, a pesar de que él ya no es un demonio. Lonhard igual morirá por las mismas causas en que moriría cuando lo era.
El ángel cargó entre sus manos a Sofía. De repente hizo silencio para concentrarse viendo su rostro. A los segundos pareció caer en cuenta de lo que hacía y siguió diciéndome:
—En su etapa totalmente transformada se regenera de heridas superficiales, pero no de las permanentes, aunque no lo creas, en su etapa semidemonio o simple inmortal podría regenerarse de cualquier herida menos decapitación. Es una ventaja de que ahora sea un inmortal.
—Entiendo. ¿Supongo que el hecho de perder los cuernos es como un desprestigio a nivel demoníaco? —le pregunté pues de estas cosas sabía poco.
—Sí, la verdad, es así, lo más seguro es que Dala se lo hizo estando él inconsciente sólo para humillarlo. De hecho, estoy más que seguro que así fue.
Esa perra —pensé.
—Debo irme, ya me llaman. Angineé, sólo asesina a Dala. Por favor protege ese puñal. En cuanto vea que la has asesinado descenderé para que me lo entregues.
—Bien. De acuerdo —para luego sentir que toda esa adrenalina que tenía antes de que llegara el Ángel era sustituida por escalofríos que invadían mi cuerpo en olas.
El ángel desapareció ante mis ojos con Sofía, supongo que fue como desmaterializarse. Ya veo que no solo los demonios tienen esa cualidad. También pueden llevar consigo cuerpos grandes.
Así como estaba, ya un poco asustada, igual decidí seguir llamando a Dala para que apareciera de una buena vez por todas, pero la muy desgraciada no hacía acto de presencia.
Miré hacia donde estaba Lonhard y para mi sorpresa comenzó a levantarse, inmediatamente empecé a caminar hacia él.
—¿Lonhard estás bien?
—No, Angi, no lo estoy. Esa desgraciada me arrancó los cuernos mientras estaba inconsciente. ¡Sí que juega sucio! No me volverán a salir, pero eso no importa. ¿Cómo estás? —él me miró a los ojos para luego sonreírme. Inmediatamente me derretí, sentí como todo mi cuerpo se excitaba sin remedio por él. Fue algo que no pude controlar.
Lonhard frunció el ceño preguntándome:
—Angi. ¿Por qué siento esta fuerza proveniente de ti?
¡Ah mierda ya se dio cuenta que me excité! —pensé. Sentí como mi rostro se ponía caliente— ¡A,y por Dios! Me sonrojé ¿Es que no puedo dejar de pasar vergüenzas delante de este hombre? Agarré aire, evadiendo mis sensaciones y le pregunté haciéndome la desentendida:
—¿Qué fuerza? ¿De qué me hablas? —mientras le decía eso miré mi cuerpo, me moví a los lados enseñándoselo para que viera que era yo misma, que estaba igualita.
¡Ah! ¿Qué me pasa? Lonhard está herido y yo excitándome ¡Esto solo me pasa a mí! Para colmo, él puede sentir y si mal no recuerdo oler todas mis sensaciones.
De repente Lonhard me miró con cara de extrañado:
—¿Eres una guardiana? ¡Sí, eso eres exactamente! Es lo que siento, además, hueles a jazmín con cielo —Lonhard me miró extraño como esperando algo igual que la última vez.
¿¡Será que se volvió loco!?
Lo miré extrañada y cruzándome de brazos le respondí:
—No sé de qué me hablas. Además, por favor, supéralo ya de una buena vez, entiende que ningún dolor sentirás si dices las palabras prohibidas —a medida que le decía eso mi tono de voz subió un poco y logré escuchar que había algo diferente en mi forma de hablar.
—¡Qué me jodan Angi! Cuando te molestas hablas como ellos. ¿Qué hiciste? —preguntó Lonhard ya completamente de pie ante mí, el mismo se sacudía el polvo de su ropa.
—¿Cómo quiénes? ¿Cómo quiénes hablo? Ay, por Dios. ¿Qué te pasa? ¿Qué cosas dices? Soy yo, la Angineé de siempre y me di una vuelta completa delante de él para que me viera —la situación empezaba a molestarme.
—Hablas, hueles y siento la fuerza de un guardián de los cielos delante de mí, al menos que haya otro en este lugar. Pero yo lo sentiría porque ellos asesinan demonios. Sé que ya no lo soy, pero igual puedo sentirlos, en conclusión, eres tú, Angineé, ese ángel guardián que siento. Además, esta curada totalmente ¡algo hiciste! —Lonhard empezó a mirar a los lados como buscando algo.
—No puede ser —susurré asombrada.
En ese momento se apareció Dala detrás de mí, dándome un fuerte golpe haciendo que cayera inmediatamente al suelo, miré a los lados rápidamente, pero no logré ver donde estaba Lonhard.
—Miren lo que tenemos aquí —dijo Dala— Ahora tengo un engendro. ¿Cómo carajo te convertiste en una? Aunque fíjate que no me interesa, me da mucha alegría porque matarte en tu estado me dará mucha más jerarquía en el infierno—. Dala empezó a reírse de forma muy fea. Su voz empezaba a distorsionarse, la acción fue extraña no me dio miedo en ningún momento; por lo contrario, empecé a sentir determinación dentro de mí, quería asesinarla rápidamente.
—No la matarás, antes debes matarme a mí —dijo Lonhard apareciendo unos pasos delante de mí.
—¡Ay! ¡Qué lindo! ¡Qué pareja más hermosa! ¡Con todo gusto te mataré a ti también! Eso no será problema para mí.
Ahora que la miraba bien, en su lucha contra Lonhard había perdido gran parte de la piel de su rostro y brazos. Estaba bastante golpeada: su cabello estaba a medio arrancar —bella no volverás a ser— pensé. Según lo que me había explicado el ángel sobre Lonhard. Ella tampoco podría regenerarse, por alguna razón me dio lástima, pero a la vez me hizo sonreír.
Dentro de mí sentía como me llenaba y me empezaba a consumir un inmenso poder, poco a poco se erradicó el miedo de mí, la determinación creció más y más, me tenía confianza sabía que podía asesinarla.
Sin pensarlo dos veces y sin tomar en cuenta lo que había dicho Lonhard le dije:
—¡Yo soy quien te matará! —grité y pude notar que mi voz sonaba más alta y fuerte.
Dala se tapó los oídos y con ojos como platos del asombro me dijo:
—¡Maldita! ¿Por qué hablas así? Lástimas mis oídos, te mataré antes de que vuelvas a usar ese tono conmigo.
—¡No, no lo harás! —grité.
Pero en ese instante Lonhard se desmaterializó frente a Dala, golpeándole el rostro, ella salió volando por los aires, cayendo en el suelo bajo un sonido estruendoso, inmediatamente ella se desmaterializó y golpeó a Lonhard en la cabeza haciendo que cayera contra unas cajas que estaban en un rincón de la habitación.
Mirando la escena de la pelea, que había vuelto a comenzar frente a mí, estudié las posibilidades de apuñalar a Dala a como diera lugar. Pero no. No pude, un fuerte dolor recorrió todo mi cuerpo, un horrible dolor en mi espalda como si me estuviesen cortando la piel en carne viva, caí al suelo, gritando con todas mis fuerzas, el dolor me consumía, los gritos eran estruendosos, logré ver como Dala se había paralizado y estaba tirada en el suelo tapándose los oídos, Lonhard había dejado de golpearla y sólo me miraba asombrado, yo no entendía nada de lo que ocurría, solo me concentré en tratar de soportar el inmenso dolor.
En eso miré a la pared, para darme cuenta que la poca luz reflejaba algo que ni yo misma podía creer.
Esto no está pasando —pensé.
Inmediatamente empecé a ver como en el piso caía sangre de mi espalda. Se sentía muy caliente, casi quemaba por donde pasaba. De rodillas, como estaba, volví a enfocarme en la sombra que se formaba de mí en la pared. Lo que vi fueron dos grandes alas, inmediatamente caí en cuenta de lo que había dicho el ángel y Lonhard: ahora era una guardiana, hasta donde sabía… solo en el cielo habían ángeles, y aquí estaba yo, aparentemente era uno de ellos.
Cuando el dolor cesó, me levanté; el peso de las alas era demasiado, sentía que en cualquier momento me caería hacia atrás, pero abalancé mi cuerpo un poco hacia adelante para mantener mi equilibrio y fue así como logré quedarme en pie.
Dala dejó de gritar, se levantó con rapidez y desmaterializándose lejos de Lonhard me dijo:
—No me equivoqué. Eres un puto engendro. No te perdonaré la vida.
La miré con asco y sonreí diciéndole:
—Yo te mataré, serás enviada de nuevo al infierno, vivirás ahí comiendo sólo tierra, jamás saciarás tu hambre ni tu sed. Morirás una y otra vez, por haber salido del infierno sin un ancla, estarás condenada a no salir jamás, es mandato de tu Dios.
La demonio gritó tapando sus oídos, se retorcía del dolor mientras yo le hablaba. Estaba asombrada de haber pronunciado esas palabras. Pues no parecían redactadas por mí, no eran mías, parecían ser de otra persona, de hecho, ni las pensé mientras las decía.
Imagino que este es el nuevo léxico que viene en combo con dos alas.
—Hablas hermoso mi Angi, jamás pensé que disfrutaría escuchar a un ángel guardián —comentó Lonhard sonriente y me miraba con ganas de comerme toda en ese mismo instante.
Le sonreí, pero inmediatamente miré hacia donde estaba Dala:
—¡Concéntrate! ¡Sostenla! —le exigí a Lonhard.
Lonhard asintió y se desmaterializó. Cuando volví a mirar a Dala ella ya estaba aferrada por Lonhard; la misma buscaba zafarse de su agarre, pero la tenía firme.
Sostuve el puñal con firmeza y caminé con lentitud hacia donde ellos estaban. Mis alas pesaban. Se movían a su antojo. Iba tumbando todas las cosas que estaban a mí alrededor, me tambaleé un poco, pero puse mucho cuidado en no caerme.
—Quieta desgraciada, no podrás desmaterializarte, te mantendré aquí hasta que Angi acabe contigo —susurró Lonhard en un tono lleno de burla.
Dala al ver que no podía soltarse del agarre de Lonhard empezó a decir:
—¡Ese maldito engendro! ¡Él te convirtió en eso! Pero juro que regresaré y lo mataré. ¡Lo juro! —gritó Dala, se veía indignada y derrotada, pero en un abrir y cerrar de ojos se soltó de Lonhard y se abalanzó hacia mí.
Me retiré un poco del lugar donde estaba, intentando evitar que cayera encima de mí, igual me pudo golpear con fuerza el rostro, pero para ser sincera, no sentí dolor alguno, en un movimiento que ni yo misma logré entender la sostuve del cabello para golpearla con precisión a la altura de su cuello. Ella cayó al suelo intentó levantarse, pero cuando ya estaba de rodillas, llegué hacia ella sosteniéndola por el cabello como muchas veces ella me había maltratado. Coloqué su rostro muy cerca del mío y le dije:
—¡Te lo dije! No saldrás del infierno. Serás despojada de tu título de demonio y ¿sabes una cosa? Ahora tú serás la desgraciada —inmediatamente atravesé el puñal en el estómago de Dala.
Lo último que vi de ella, fue su cara de incredulidad, al darse cuenta de que fue herida, de repente un fuerte olor a azufre empezó a inundar el lugar, de inmediato el cuerpo de Dala empezó a quemarse delante de nuestros ojos. Los gritos y el rostro de dolor de Dala jamás se me olvidarán. Mientras se consumía su cuerpo, la mantuve agarrada del cabello, de hecho, quería arrastrarla por el lugar como ella lo había hecho conmigo, pero ya su miseria era demasiada condena. Al final cuando ya quedaba solamente su cabeza y parte del torso quemado, la solté, tirando lo que quedaba de ella lejos de mí, para que desapareciera, como si jamás hubiese existido.
Todo había terminado. Miré a Lonhard sonriéndole, me sentía muy poderosa. Lonhard empezó a caminar hacia mí, pero de repente apareció entre nosotros el hombre más hermoso que haya visto: de fuerte contextura, muy alto y musculoso. Medía más de dos metros, más alto incluso que el mismo Lonhard. Su piel era morena clara, con el cabello color café, ojos grises profundo; lo que más me extrañó fue que estaba todo vestido de blanco, un hermoso traje sacado de algún famoso diseñador que le quedaba a la perfección, no pude evitar sonreírle, el hombre me miró y correspondió la sonrisa.
—Hasta los ángeles me sonríen —su voz era la más terrorífica que había escuchado alguna vez, mis alas se alzaron, inmediatamente me llené de un coraje que no sabía de dónde había salido, sentí un poder, una gran sensación de cuidar, de proteger.
Entonces Lonhard se desmaterializó delante de mí, apartándome hacia atrás de su cuerpo diciendo:
—¡Cuidado! Es Lucifer.
Me paralicé. En respuesta, Lucifer me sonrió mostrándome sus perfectos y radiantes dientes
—¿A qué vienes? —preguntó Lonhard de una forma muy amenazante
Lucifer se cruzó de brazos. Buscó poder observarme, tuvo que subir un poco la cabeza para poderme mirar a través del cuerpo de Lonhard. Su cuerpo me tapaba completamente.
—Calma, calma… vengo en son de paz, sólo vine a conocer a tu predestinada ¡Te felicito, es hermosa!
—Tus deseos se han cumplido, ya la has conocido, ahora puedes irte —respondió Lonhard.
¿Eso que percibí era un poco de respeto hacia él? —analicé fugazmente.
—Una cosa más. Lonhard, mi favorito, es una lástima que ya no estés con nosotros, aún más lastimoso es… que el juego que hice para divertirme haya durado tan poco. ¡Pero me divertí! Te felicito, vine a llevarme también a la mierda de demonio de Dala, que esa sí que no sirve para nada. Espero te desprendan la cabeza rápido para que estés de nuevo junto a mí —soltó una carcajada, me guiñó el ojo y terminó diciendo—, es una lástima que ni asesinando a tu novia, esta vaya al infierno, me encantaría poder tenerla entre nosotros, pero me deleitaré viéndola desde mi lugar.
—Eres realmente insoportable. Ese comentario puedes tragártelo. Por cierto, ya que estás aquí, tengo curiosidad por algo —contestó Lonhard
—¿Sí? Dime, querido Lonhard. Responderé lo que me preguntes, con muchísima sinceridad.
—¡Sí, claro! —respondió con ironía Lonhard.
Lonhard se rascó la cabeza pasando la mano por donde debían estar sus cuernos. Su cabello estaba completamente lleno de sangre.
—¿Por qué si no puedo sentir absolutamente nada al menos que esté cerca de Angineé, sentía ese terrible dolor al cortarme los cuernos?
—¡Ah eso! Por cierto, tardaste mucho en deducirlo si no es por la bella de Sofía ni te das cuenta —Lucifer soltó una carcajada. Escucharle mencionar el nombre de Sofía me puso de mal humor, pero permanecí en silencio. La pregunta era interesante—. Sentías dolor porque atentar contra tu verdadera naturaleza no estaba dentro de esa carta. Esa maldición está bajo los parámetros de tu inmortalidad. La verdad, es que ya no eres un demonio, pues Lilith te quitó ese título. Pero, en el fondo, te afectarán las cosas que te ataron en el infierno.
—Explícate quiero saber todo, me jode la paciencia que me molesten la existencia —Lonhard casi gruñó.
—¡Sí, lo sé! Bueno, bueno para ser más específico, atentar contra tus cuernos te causaría dolor porque son cosas de demonio. De hecho, si observas algo que te produzca ira, pereza, gula, lujuria o cualquier cosa que tenga que ver con un demonio fuerte, podrás hasta reírte y disfrutarlo sin que Angineé esté cerca. Ya te irás dando cuenta poco a poco.
—Eso explica muchas cosas —respondió Lonhard pensativo, pero sin quitar su cuerpo de enfrente de mí.
—Ahora si me voy. Fue un placer, señorita —Lucifer, hizo una reverencia sonriendo y viéndome a los ojos.
Mierda, es hermoso, pero cuando habla, atormenta. Tengo ganas de matarlo, debe ser por mi nueva condición.
—Adiós, intenta dejar de jodernos la vida —le sugirió Lonhard con ironía.
Mis alas estaban moviéndose, sentía que me caería de culo en cualquier momento, no las podía controlar. Lucifer desapareció ante nuestros ojos y con eso se fue el terrible olor a azufre.
Inmediatamente mis ganas de asesinarlo se fueron, pasando así a un estado de tranquilidad total.
Aquí Lonhard me miró diciéndome:
—Óyeme, podría jurar que Lucifer se fue sólo por ese incontrolable poder que emanas, tuvo cojones para aparecerse frente a un Ángel guardián, imagino que lo hizo porque aún no sabes controlar todo eso que se te ha dado.
—¿Acaso los demonios no se aparecen ante los ángeles?
—Tienen que tener un alto rango para soportar a un ángel guardián, pues esta clase de ángeles son los que están capacitados para asesinar a cualquier demonio que se acerque a su protegido. Es un Don que le fue otorgado a esa jerarquía de ángeles para así asesinar más rápido. Ellos atormentan a un demonio, con gritos hasta terminar paralizándolos por el dolor y así los asesinan más rápido. De hecho, el solo estar en su presencia, les causa dolor.
—Ahora entiendo porque cuando ese ángel que me ayudó estaba en la habitación, Dala terminó largándose de allí. Cuando me quedé sola fue que ella se pudo aparecer de nuevo. También logro entender porque a Dala le atormentaron mis gritos.
—Así mismo es cómo funcionan las cosas. ¡Entiendes rápido, mujer!
—Aunque sobre Lucifer. Igual yo no tenía cojones como dices para acercármele. En realidad, él estaba a salvo ante mí. Pero sí que tenía ganas de asesinarlo lo sentía en todo mí ser.
—Tranquila poco a poco podrás controlarlo todo —Lonhard me miró, pasó una de sus manos por mi rostro diciéndome—. Ahora eres más hermosa.
Me reí, aunque sus palabras me hicieron sentir un poco de vergüenza, no estaba acostumbrada a que me dirigieran ese tipo de frases.
—Deja que camine con estas alas para que veas que cambiaras de opinión, apenas puedo moverme bien.
—No te preocupes ya aprenderás. Aunque, a decir verdad, ya es un gran logro que estés de pie. Se notan que pesan demasiado.
Asentí acercándome a él, para suspirar por primera vez entre sus brazos.