Capítulo 23 (Lonhard)
¡No puede ser! Si Angi se va, no sé qué haré. La amo, me enamoré de ella, pero esta situación se escapa de mis manos, ella sentirá que su corazón muere si no asciende al cielo.
Miré el rostro de Angi para darme cuenta que tenía cara de querer ponerse a llorar.
—Si sientes que no puedes resistir, hazlo, vete al cielo, yo no quiero que sufras, sólo quiero verte feliz, en ese lugar serás más feliz que estando conmigo; de hecho, las almas humanas anhelan estar allí desde siempre.
Me acerqué para poder tocarle las alas. Su precioso cabello ahora estaba más brillante. Angi se veía más hermosa que nunca.
—Eres hermosa, bella mujer, siempre lo fuiste, siempre me gustaste, tu olor a jazmín ahora es más fuerte.
—Ay, Lonhard. Tengo que irme. Siento un profundo dolor en mi corazón —Angi claramente evitaba llorar.
Yo no tenía más nada que decirle, me sentía impotente. Así que sólo la besé.
Angi reaccionó de una vez, ella me abrazó, tocando suavemente mi rostro, siendo humano en estos momentos, sin estar transformado sentía la fuerza que su impulso ejercía sobre mí: realmente era fuerte. Sus labios eran suaves, los movimientos, muy lentos, lograba escuchar sus pequeños suspiros ligados a cortos gemidos que hacía ante mis caricias.
Toqué sus brazos, su cabello, su espalda, empecé a sentirla toda, poco a poco. El olor a excitación que emanó del cuerpo de Angi fue casi insoportable para mí; quería saborearla, hacerla mía de la forma más dulce que alguna vez haya querido hacer con una mujer, pero no soportaba saber, que al mismo tiempo en que su delicado cuerpo pedía por mí, también sufría un fuerte dolor. No era justo.
De algo me sirvió estudiar bastante sobre los engendros o, mejor dicho, los ángeles cuando estaba en el infierno.
Abrí mis ojos para poder verla. Angi me besaba con gran fervor, pero de sus ojos salían lágrimas.
Maldición. Está sufriendo.
En eso recordé un texto que había leído hace mucho tiempo:
“Los engendros -ángeles-, no pueden permanecer mucho tiempo en el plano terrenal, sólo pueden permanecer unos minutos terrenales al día, con esta acción se evita que los engendros se enamoren de algún humano o de una actividad mundana, de esta forma se impide que ellos caigan y se conviertan en seres caídos. Quien desobedezca al innombrable -Dios- sentirá un terrible dolor en su corazón. Pero a los engendros siempre se les dan oportunidades. Siempre y cuando obren por bien y para el bien” —enciclopedia demoníaca.
Jamás se me olvidará eso y menos después de ver así a Angi. Mientras recordaba esto aún estaba besándola; la verdad era que no podía dejar de hacerlo, sus labios eran increíbles. No se me hizo difícil darme cuenta que mi cuerpo había reaccionado a tan divino estimulo y me encontraba muy excitado; y no ayudó en nada que pasara sus manos por todo mi pecho.
Seguí besándola halándola un poco más hacia mí. Acaricié su espalda intentando abarcar hasta el más pequeño centímetro de su piel, en ese momento me di cuenta de que ya no tenía alas.
Sí que aprendió rápido mi amada.
Me separé un poco de ella y le pregunté:
—Angi. Tus… Mira… Tus alas. ¡No están!
Ella paró de besarme. Miró hacia los lados buscando sus alas con el ceño fruncido.
—Creo que las hice desaparecer —sonrió. De repente colocó su mano en el corazón cayendo de rodillas—. Lonhard, esto duele muchísimo —ayudé a levantarla y noté que sus ojos desprendían lágrimas cada vez más rápido.
—Angi, estás soportando todo este dolor por mí, no es justo, vamos, Angi, mira, esa desgraciada de Dala te lastimó, casi te mata y ahora sufres por mi culpa. ¡No es justo, mi amor! Deja ya todo esto. Asciende a los cielos. Mañana podrás volver cinco o diez minutos. ¡Podremos vernos! Pero por favor no hagas que te vea sufrir, me siento terrible, no te merezco. Vamos Angi, vete de una vez, no soporto un minuto más verte así —mi corazón se partió en dos, sentí como me ahogaba, la amaba, pero no era tan egoísta, para obligarla a tomar una decisión de tanta importancia, aunque mi corazón pedía que se quedara, que no se fuera. Tenía que dejarla ir.
—¿Quieres que me vaya? ¿Quieres eso? —preguntó Angi entre lágrimas.
—No. Sinceramente quiero que te quedes, pues no siento sin ti. Respiro por ti. No puedo ni comer sin ti, pero ¿sabes otra cosa? Me enamoré de ti. Siento odio por mi condición, porque si te vas, ni siquiera podré sentir tristeza hasta que vuelva a verte, no podré sentir nada, esto se convertirá en mi infierno… y si debo aceptarlo, lo haré.
Volví a besarla, la llevé hacia mi cuerpo, Angi suspiró correspondiéndome el beso con más pasión, con una agobiante desesperación.
—Te Amo, Lonhard —escuché entre sus besos.
—También te amo, eres mi ángel, mi vida, te amaré toda la eternidad si te quedas, Angi. Te lo juro.
Aquí ella empezó a besarme más delicadamente, al final me soltó y mirándome a los ojos me dijo:
—¡Me quedaré! Escuchar eso me dio tanta felicidad que la abracé con mucha fuerza; ella no se quejó ni un poco por el agarre que ejercí. Luego me desmaterialicé al baño con ella, la miré y estaba toda sucia, llena de sangre a pesar de que no tenía ya un solo moretón en su cuerpo.
—¿Te duele? —le pregunté colocando mi mano en su corazón.
—No. No me duele, desde que dije que me quedaría dejé de sentir ese inmenso dolor en mi corazón. Lonhard. ¿Dejaré de ser una guardiana?
—No mi bella mujer, no dejarás de serlo, aquí ejercerás el nuevo trabajo, recuerda lo que te dijo el Ángel. De hecho, podrás subir a los cielos, pero tu hogar será este. No te preocupes, yo te ayudaré. Estar en el infierno me enseñó muchas cosas que tú ni te imaginas, además estudié mucho sobre ustedes, los engendros —solté una risa por lo bajo.
—Lo idiota no se te quitará nunca, ¿verdad? —Angi se veía demasiado contenta.
—¡No! Además, admítelo. Ese fue mi gancho para enamorarte.
Angi suspiró y me haló hacia ella.
No pude contenerme. Agarré su camisa o lo que quedaba de ella, rasgándola, dejando expuestos sus hermosos senos. Llevaba un delicado sostén, pasé mis dedos sobre el delicado borde tocando al mismo tiempo su suave piel, pero Angi sostuvo mi mano para pasarla por todo su cuello hasta el borde de sus senos, estando allí apretó mi mano con la suya, en una de sus gloriosas montañas; para hacer que una fuerte sensación me recorriera, para sin darme cuenta soltar un sonido de excitación. Angi se quejó muy audiblemente ante mis caricias. El sonido se expandió por todo el lugar.
—Eres hermosa —musité besando su cuello, bajando para pasar mi lengua sobre sus senos.
—Ay, Lonhard —suspiró— tú también lo eres.
Nos metimos entre besos a la ducha, el agua empezó a mojarnos poco a poco, empecé a quitarme toda la ropa. Angi sólo me miraba con ansias, me besaba el cuello, los labios, el rostro, sus manos estaban por todo mi cuerpo. Al poco rato, estaba completamente desnudo, Angi aún tenía su sostén y jeans puestos.
—¡Qué ironía! Hace unos días en este mismo baño la situación había sido al revés.
Angi empezó a quitarme toda la sangre que tenía en el cuerpo, al mismo tiempo pasaba mis manos por su cuerpo para hacer lo mismo y retirar la de ella. Angi acariciaba mi pecho y mi espalda con mucha suavidad, a los minutos me pidió:
—Acércate. Tócame más. ¿Acaso no me deseas?
—Sí. Sí te deseo, pero… ¿quieres que te diga una verdad que está rondando mi estúpida cabeza?
—Sí, dime —dijo sonriendo.
—El que seas una guardiana me tiene impactado, quiero comerte, hacerte mía, pero tantos siglos lejos de los Ángeles, viéndolos como enemigos… me confunde, tenerte así.
Aquí Angi soltó una carcajada.
—Eso mismo pensaba yo contigo al principio, yo era una humana y tú un demonio, sabes que moralmente eso no se ve bien —Angi cruzó los brazos sonriendo—, que irónico, mi bello exdemonio… la vida nos puso el mundo de cabeza… todo está al revés.
Sonreí halándola con fuerza hacia mí. Total, ya no tenía que tener tanta delicadeza con ella. Pues no podía lastimarla con algún movimiento fuerte.
—Todo está al revés —murmuré—, tienes mucha razón. Pero hay algo que empezamos hace días en este baño que ahora mismo termináremos.
Me desmaterialicé con ella al cuarto. Escuché un pequeño sonido de susto. Pero al darse cuenta en donde estábamos me sonrió.
—¿Te he dicho que te amo?
—No ¿Qué has dicho? No he escuchado —le respondí sonriendo.
Angi me miró, sonriendo mostrándome rápidamente su lengua. Inmediatamente suspiró diciéndome:
—¿Te he dicho que te amo?
—Sí, sí, Lo has dicho, pero yo quiero que me lo digas a cada rato, a cada segundo. ¿Sabes qué? Mejor vive para decírmelo, que yo viviré para demostrarte que te amo de igual forma.
Diciéndole eso, agarré a Angi toda mojada, así como estaba, la acosté en la cama con la mayor delicadeza que podía mostrar en ese momento, pues la verdad quería devorarla, pero respiré profundo para calmar mis ansias.
Para ponerla más cómoda y privarla del frío empecé a usar mi lengua para quitarle todas las gotas de agua que aún tenía sobre su cuerpo, pasé mi lengua por su rostro, por su cuello, por sus pechos. Empecé a bajar a su cintura. Angi sólo gemía arqueando su cuerpo.
Sabía que los ángeles eran muy sensibles al contacto humano, esta nueva condición de Angi debía de estar volviéndola cada vez más loca de deseo. La verdad, era que eso me gustaba, saber que estaba disfrutándolo más que un humano promedio me llenaba.
Le di vuelta colocándola de espalda, me fijé que no tenía ningún indicio de sus alas, ni siquiera una marca o cicatriz para decir que alguna vez estuvieron allí, ahora entendía por qué ella sentiría dolor cuando estas salieran, pues debían atravesar su piel, por así decirlo.
Inmediatamente le quité su sostén, empecé a besarle y pasar mi lengua por toda su espalda, me acosté sobre ella, haciendo presión con mi sexo en su hermoso trasero. Aquí Angi con una de sus manos libres me agarró por mi cabello halándome hacia ella para besarme, así como estábamos nuestras lenguas salían y entraban con gran visibilidad pues nos besábamos con desesperación.
Ver como nuestras lenguas se unían, provocaba que sólo me arrimara más y más hacia ella. Angi soltaba sonidos de placer haciendo que mi desesperación por estar dentro de ella aumentara. La verdad estaba a punto de no poder contenerme.
Le di la vuelta para tener de nuevo su rostro delante de mí, pero no la besé, empecé a besar uno a uno sus senos, los acaricié, no pude contenerme, fui hacia su cuello dejándole pequeñas marcas, hasta llegar a sus hombros con mis dientes. Cada vez que mordía delicadamente. Angi gemía fuertemente. Es digno de un demonio dejar marcas en su mujer pues evita que otros se les acerquen, las marcas no serán visibles al ojo humano, pero si las podrán ver los demonios.
—Quítame el jean por, favor —me pidió entre cortadas respiraciones.
—¿Tan rápido, mujer?
La verdad, si fuese por mí ya sería mía, pero sé que las humanas no son como las demonios, a ellas les gustaba ser acariciadas antes de hacer el amor, así que debía tratarla bien. Complacerla, más aún cuando era un ángel recién convertido, pues cada uno de mis roces provocará que ella me desee aún más. Tenerla así, como en estos momentos, sin penetrarla, era una tortura dulce para ella.
Angi se detuvo. Puso cara de mofa y en tono burlón me dijo:
—¡Ya! ¡Lonhard! Si no quieres que abuse de mi fuerza y me los termine arrancando yo misma, mejor quítalos ¡por favor! —cuando dijo eso último, me mostró un tono suplicante y muy sexi. Me derritió.
Esta mujer será mi perdición. Sonreí y me reí para mis adentros.
—Está bien, no desesperes mi ángel, ya te quitaré no sólo los jeans sino todo lo que tienes puesto.
Angi sonrió complacida por mi respuesta. Con una mano empecé a bajarle la cremallera del pantalón, mientras que con la otra acariciaba y apretaba sus pezones. En el momento que terminé de quitarle el jeans logré ver su bikini: era celeste como el cielo, mi sexo se puso aún más duro de anticipación.
¡Ohh! Será que el Todopoderoso debe recordarme todo referente a él —pensé con ironía.
Angi agarró una de mis manos, colocándola en su sexo, el contacto hizo que se arqueara y gimiera en respuesta, estaba muy excitada su olor estaba ya entre las sábanas, podía sentir como estaba de necesitada, yo estaba acostado encima de ella, pero decidí levantarme un poco para lograr verla mejor.
—Tómame, Lonhard. Soy tuya, lo sabes. No he sido de nadie más.
Es pura —pensé. Pero no pude decir nada, pues al escuchar eso sentí una gran presión sobre mí, escuché que una mujer me hablaba al oído. Diciéndome:
—Se te ha dado todo. Tienes una segunda oportunidad, si obras mal, yo misma bajaré, te mataré y serás enviado al infierno. Vivirás solo comiendo tierra y morirás una y otra vez. Soy Elizabeth, tu hermanita. El ángel guardián de la parte humana que te fue entregada por completo desde que pisaste de nuevo el plano terrenal, te dejo en manos de tu nuevo ángel Guardián Angineé. ¡Protéjanse! Es el mandato de nuestro Dios.
De repente no escuché nada más, miré hacia los lados, pero no había nadie más en la habitación, observé a Angi y estaba mirando con el ceño fruncido.
¡Ah, grandísima mierda! —pensé, dejé de besarla y se molestó.
—¿Escuchaste eso? —fue todo lo que pude decirle, esperando que me dijera que sí.
—Sí. Sí, la he escuchado. Me llamó la atención el que ella mencionara las mismas palabras que yo dije antes de asesinar a Dala.
—Ahora entiendo todo. Mi hermana obró para que yo saliera del infierno, para así ella poder tenerme cerca, logró sacarme del sufrimiento y darme todo lo que un día quise. Claro, supongo que las cosas salieron un poco mal, porque Alondra metió manos en todo esto… o tal vez ayudó, nunca lo terminaré de entender, pero de algo estoy seguro, ella complicó nuestras vidas.
Angi se quedó en silencio. Por mi parte sentí muchas ganas de agradecerle a mi hermana todo, así que terminé diciendo en voz alta y mirando hacia arriba esperando que ella me estuviese viendo:
—Gracias Elizabeth, por darme todo lo que una vez estando vivo quise o, mejor dicho, por darme todo lo que en mi primera vida deseé.
—Lonhard, a ver dime ¿Qué fue eso que siempre quisiste? —Angi se acomodó a un lado, arropándonos a ambos con una sábana. Me miró a los ojos y terminó suspirando, sin poder evitarlo le sonreí.
—¡Te parecerá tonto! La verdad es que yo antes era muy soñador, libre de toda maldad, mis padres nos criaron muy humanos, muy humildes y respetuosos. Luego de lo que le ocurrió a mi hermana, pues cambié un poco por la dureza del mundo en el cual me encontraba, a pesar de mis veintinueve años, era exageradamente inocente —le conté pausadamente.
—¡Ah, por Dios, moriste joven! No me digas la edad en que murió tu hermana, pues sé que era menor que tú, por favor no me entristezcas en estos momentos —Angi dijo esto último abrazándome; pegando más su cuerpo a mí, pude oler dolor; creo que en verdad sentía mucho mi pérdida, y le afectaba lo que le estaba contando en estos momentos sobre mi primera vida.
Luego de unos minutos en silencio me alentó a continuar mi historia.
—Vamos, mi vida, dime ¿qué era eso que tanto querías? —Angi lució un poco más sonriente.
—Sólo eran tres cositas: la primera era enamorarme, amar locamente a alguien, ser correspondido plenamente; la segunda era tener una mujer limpia sólo para mí, es decir, lo que ahora llaman una mujer virgen y la tercera cosa era vivir para siempre.
—¡Óyeme! Pero tú sí que pedías demasiado; la verdad que digo: ¿demasiado? ¡Pedías cosas imposibles! —me respondió entre risas Angi.
—Mi amor, antes el hombre vivía para amar a la mujer, para protegerla, así era hace quinientos años, los hombres éramos muy hogareños. Vivíamos para buscar una mujer limpia que nos amara. Ya desear que viviéramos para siempre con ella era algo que solo deseábamos más sabíamos que no podíamos tener.
—Entiendo. Tienes razón.
—Además, en mis tiempos, había otras creencias, que tenían que ver con el poder que tenían los nombres al ser colocados en un recién nacido, mi madre me colocó un nombre y todo lo que hice en vida fue influenciado supuestamente por él. De hecho, entre más pasaban los años mi madre se asombraba más y más, pues sabía que la creencia de los nombres era cierta. Por otro lado, al morir e ir al infierno no podía llegar y seguir siendo el mismo, pues habría muerto más de mil veces si me hubiese quedado con ese pensamiento, a pesar de que debo admitir que muchas veces me tocó disimular crueldad e insensibilidad para que me dejaran en paz o ganar respeto en ese jodido lugar.
—Sí. Te entiendo. Entonces, Alondra tenía razón al decir que eras de buen corazón —Angi aquí empezó a pasar su mano por mi pecho, poco a poco sentía que mi cuerpo se calentaba ante sus delicadas caricias—, por cierto, ya que tocaste el tema ¿cuál era tu nombre antes de morir? —ella levantó una de sus piernas sobre mi cintura, así que empecé a acariciársela con lentitud.
—Luego te digo, mi amor. Basta ya de pláticas. Quiero terminar esto de una buena vez. Deseaba demasiado tenerte así en una cama. Ya no puedo pensar bien.
Angi se sonrojó e inmediatamente suspiró, dejándome de tocar el pecho. Bajó su mano hasta mi cintura acariciándome lentamente, sé que tenía muchas intenciones de tocarme todo, pero ella se cohibía. Cosa que yo no haría, pues ya quería sentirla toda.
Mi cuerpo se empezó a calentar e inmediatamente dejé que libremente mi transformación llegara al punto demoníaco, pues ya sabía perfectamente que no podría lastimar ni un poquito a Angi, por otro lado, todos mis sentidos estarían más sensibles, y sentiría mejor a mi mujer y aunque quisiera evitar convertirme, no podría porque estaba muy excitado. Estaba a punto de culminar con solo olerla.
Agarré su rostro y miré sus ojos; los míos debían de estar completamente negros, pero eso no parecía asustarla, solo la excitaba más. Me haló hacia ella y nos besamos con fuerza, descontroladamente. Empecé a acariciarla de arriba a abajo, entonces ella agarró mi miembro y empezó a soltarlo y apretarlo. Todo en un magnífico ritmo. Empecé a sentir que la temperatura del cuarto subía cada vez más hasta el punto de ver en Angi pequeñas gotas de sudor en todo su cuerpo.
Ella pasó su mano libre por mi espalda y trasero. Empezó a besarme el cuello, seguidamente pasó su lengua constantemente por mis labios. De repente, hizo un movimiento y quedé debajo de ella; fue muy rápido, para cuando me di cuenta Angi estaba sobre mí. El cuarto olía a una mezcla de jazmín, bosque y excitación, jamás pensé que mi olor al sudar fuese así. Pero poco me interesaba en este momento.
Angi no saldrá de este cuarto en semanas.
Sentí que en varias oportunidades se paró el tiempo; supongo que es una de las cualidades de Angi que aún no controlaba.
—Te deseo dentro de mí, Lonhard —Angi susurró arrastrando las palabras.
—Eso ya se arreglará, mi amor —le respondí.
Pero ella se levantó colocándose de pie ante mí sobre la cama y fue bajando poco a poco su bikini. Era increíble verla su piel se veía tan hermosa. Angi tenía una cara de pícara, disfrutó ver mi cara de asombro a ver tan atrevida acción.
—Eres mala, Angi —le dije en tono burlón y con una sonrisa en la cara.
—Sólo un poco, mi vida —se acomodó sobre mí apoyándose con sus rodillas y manos. Empezó a besarme, yo toqué su trasero y su sexo, pero no pude evitar introducir mi dedo dentro de ella, Angi gimió de placer mordiendo unos de mis labios, eso detonó todo en mí.
Me desmaterialicé al lado de la cama y agarré con mucha velocidad a Angi. La acosté frente a mí. Ella soltó una risita por la rapidez de mis movimientos.
—Veo que te gusta jugar ¿No? Yo también tengo mis trucos —susurré.
Acostada frente a mí, separé sus piernas y empecé a besar lentamente su sexo, Angi se revolcaba entre las sábanas, jadeante de placer, estaba desesperada.
—Necesito que estés dentro de mí, deja ya de torturarme, Lonhard por favor —me rogó halándome por el cabello muy fuertemente para que pudiera mirarle los ojos.
Dejé de hacerle el sexo oral inmediatamente, para ver que el cuerpo de Angi estaba todo sonrojado, imagino que por el calor de mi cuerpo y por la sensibilidad de su piel, se veía muy hermosa.
—No te estoy torturando, mujer, sólo quiero demostrarte todo lo que te amo. Quiero que disfrutemos de ambos.
—Ya has demostrado muchísimo, hazme tuya Lonhard.
Fui poco a poco besándola desde su sexo hasta su cuello, me acosté sobre ella. Lentamente abrí sus piernas, estaba ya más que lista y preparada para mí. Poco a poco introduje mi sexo dentro de ella. Angi sólo cerró los ojos, para mostrarme una cara de puro placer. No pude controlarme. Mis embestidas cada vez fueron más rápidas y fuertes. Angi tocaba mis brazos y gemía, estaba muy excitada, empecé a detectar que su olor se intensificaba, inmediatamente me fijé que su rostro reflejaba dolor. A los segundos empezó a aferrarse a mis brazos, enterraba sus uñas en mi piel, cada tres segundos intensificaba su agarre. Parecía que no podía soportar el dolor.
—¿Te duele? —le susurré.
Mierda esto no debería dolerle. No fue así como lo imaginé con Angi.
—Sí. Si duele. Pero no es por tu causa, levántate, hagámoslo de pie —me dijo esto tocándome el rostro. Bueno, no podía decirle que no. Quería complacerla en todo y si podía hacer algo para que dejara de sentir dolor, lo haría.
Al levantarla vi que las sábanas estaban manchadas de sangre a la altura de su sexo, pero también a nivel de su espalda.
¡Ah, mierda sus alas! —pensé
—Lonhard, vamos sígueme, tocando —Eso mismo hice. Volví a acariciarla, la besé profundamente y la cargué para ayudarla a montarse encima de mí; sus piernas estaban enrolladas en mi cintura, poco a poco introduje de nuevo mi sexo dentro de ella, Angi gimió aún más fuerte, a medida que hacíamos los lentos movimientos sus gemidos eran más y más seguidos, a los pocos instantes empezamos un ritmo más rápido, ejerciendo más presión. Hasta darme cuenta de cómo Angi lo disfrutaba. Se sentía divina, como ninguna otra mujer que haya sentido.
Podía sentir que estaba a punto de llegar al éxtasis, pues estaba ya disfrutándolo mucho. En un instante, ella haló mi cabello para decirme al oído:
—Te amo… eres divino.
—Tú lo eres aún más, hermosa —le respondí y terminando de decir eso, Angi llegó al clímax.
Ella se aferró a mí con tanta fuerza que me causó un gran dolor en mi cintura, pero unido a mi excitación desató que yo también terminara. La sensación fue más fuerte, hacer el amor en forma demoníaca era la sensación más divina que había y más en estos momentos cuando lo estaba haciendo con alguien a quien amaba.
El calor de mi cuerpo se intensificó tanto que tenía miedo de lastimar la delicada piel de Angi, pero no podía evitar seguir embistiéndola y besándola tan desesperadamente como lo hacía; me descontrolé, me perdí en ella, aun sabiendo que podía perder totalmente la conciencia y lastimarla, pero no logré evitarlo.
Cuando reaccioné. Abrí mis ojos. Angi tenía los suyos llenos de lágrimas, con una enorme sonrisa en el rostro. Se veía radiante, dejé que pudiera separar las piernas del agarre que tenía en mi cintura, dejándola en pie delante de mí para poder mirar sus bellos ojos. Pero… un momento. ¿Por qué tiene lágrimas en su rostro? Poco a poco empecé a recobrar conciencia. Al mirar a un lado vi sus alas expandidas detrás de ella, pero todas llenas de sangre.
—¡Ah, mierda Angi! ¿Te lastimé? Perdóname, por favor, de verdad. ¿Cómo? ¡Detesto haberte lastimado! —ella colocó su mano en mi boca con delicadeza para que dejara de hablar.
—Lo que no te perdonaré. Es que no vuelvas a hacerme tuya —respondió sonriendo.
Aquí lo entendí todo, jamás la lastimé, esa sangre estaba allí, porque las alas de Angi, en medio de la pasión, salieron sin que ella pudiera controlarlas. Por ello al principio cuando estaba de espalda sentía más dolor estando acostada, ya que sus alas no podían salir con facilidad y el simple hecho de emerger era doloroso para ella.
Comencé a reírme por lo bajo y mirándola a los ojos le dije:
—¡Qué guardiana más lujuriosa me han concedido! ¿Quién dijo que las cosas no pueden ser perfectas? —Angi se ruborizó y sonrió dándome un beso en la mejilla— Tranquila mi amor. Claro que te haré mía, sólo eso haré.