Capítulo 24 (Angineé)
Oh. Lonhard es maravilloso. Esta sensación de ser correspondida es divina. Es mío —pensé.
Ambos pasamos tres días sin salir de mi apartamento, sinceramente hubiesen podido ser más días, es sólo que ya se nos había agotado la comida y Lonhard tuvo que salir a comprarla.
Cocinarle a Lonhard era mi otra pasión, ya que sabía que luego de comer se excitaría. Eso era un motivo más para querer atenderlo con todo gusto. Qué cosa tan graciosa ¿no? Jamás pensé que todos esos cursos de cocina sabatinos que había hecho, algún día servirían de algo.
Pensando en otras cosas, la casa de Amelia estaba destruida, aún no la había llamado para decírselo, pero en cuanto tenga un tiempo lo haré, por otro lado, tampoco sabía nada de Sofía. Cuando Lonhard estaba aquí poco recordaba que existieran en el mundo otras personas.
A decir verdad, me lavaba el cerebro diciéndome a mí misma que debía de estar bien pues se la había llevado un ángel. Nada malo podría haberle pasado; de eso estaba segura.
—Hola muñeca —saludó Lonhard. Pegué un brinco porque el muy estúpido me asustó. Ya no le decía estúpido muy seguido, aunque de cariño a veces le llamaba así.
—Hola mi amor. Mira… ¿Será que algún día usarás la condenada puerta?
—Así es más divertido —respondió Lonhard con su siempre bella sonrisa en la cara.
Puse los ojos en blanco.
—¿Qué trajiste? Me muero de hambre —me toqué mi estómago, la verdad era que ya tenía una orquesta sonora en ella por el hambre que sentía.
—Asesiné a un niño. Te lo he traído envuelto con muchas verduras como a ti te gusta y, obvio, bien cocinado.
—¡Lonhard! ¡Desgraciado! Harás que se me quite el hambre —le grité con mala cara.
Él soltó una carcajada y me abrazó.
—Sé de un hambre que jamás se te quitará —diciendo esto tocó uno de mis senos y con la otra mano haló mi rostro para besarme.
Disfruté unos segundos del beso, pero me separé de él, antes de que cayera en un nuevo maratón sin comer y le dije:
—Vamos Hard, dime… ¿Qué me trajiste?
—Bueno —aquí Lonhard se acercó a las bolsas y empezó a decirme—, traje frutas, cereales, jugos, toda esa basura que tú te comes; y bueno, para mí ya sabes, perros, gatos, burros y conejos.
—¡Lonhard! —le grité.
—Ya, ya, mi amor ya sabes, no te molestes. Para mí, traje toda la carne que pude encontrar.
—Bien, prepararé el almuerzo.
—Te amo, Angi, me agrada la forma en que me atiendes.
Aquí suspiré, de verdad mis oídos eran susceptibles a esa palabra.
—Yo también te amo. Disfruto mucho de tu compañía —Lonhard me abrazó y me desmaterializó hacia nuestra habitación.
Acostados ya en la cama, mirándolo con cara de “por favor, déjame un rato tranquila” le dije:
—Vamos, Hard, de verdad tengo hambre.
Él soltó una carcajada.
—Yo también, pero es hambre de ti. Sólo deja que me llene de ti y luego podrás llenar tu hermoso estómago.
Sinceramente me derretí al escuchar eso, me hizo temblar.
Como si fuese tan difícil escapar de ti —pensé— Lonhard tenía la capacidad de hacerme hacer su voluntad, al final, terminé accediendo.
Hicimos el amor dos veces, cada vez disfrutaba más y más de él, ya controlaba perfectamente mis alas, no sentía ese inmenso dolor, que aparecía cada vez que inoportunamente salían mientras hacíamos el amor. Supongo que me dejaba llevar, por eso ellas salían de mí sin ningún autocontrol, imaginaba que por toda esa excitación. Solo espero que no salgan cuando agarré una gran molestia —pensé.
Ya descansados un poquito, me moví un poco en la cama y le susurré:
—¿Lonhard?
Creo que se durmió —pensé sonriendo.
—¿Sí?… dime, bella.
Ah, está despierto ¡Qué bien! Esta será una gran oportunidad.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Sí Angi dime, deja el rodeo mujer ¿Eres siempre así?
—¡Ay, Hard, no seas odioso! No, no siempre soy así, dime ¿Acaso sabes cuál es mi función en el cielo o bueno mejor dicho aquí en la tierra?
—Eres mi ángel guardián… y mmm… ¿Estás rica sabes? —sonrió
—¡Vamos Lonhard, en serio! Le dije empujándolo un poco en la cama.
—Bueno tú debes protegerme a mí, cosa que es innecesaria porque me sé cuidar solo. Pero, por otro lado, debes cuidar a todo aquel a quien te manden a proteger y bueno podrás ir a los cielos cuando te lo indiquen. Solamente cuando te lo indiquen. ¿Bien? Ya de resto creo que eso es todo, al menos qué los demonios provoquen una revolución y se forme una guerra, no tendrás mucho qué hacer.
Lonhard soltó una carcajada, mirándome a los ojos.
—¡Ah! No, mentira. Lo olvidé, la tarea más importante es hacer el amor conmigo —aquí Lonhard se movió para poder abrazarme.
Solté una carcajada, por su tonto mal chiste. Tenía la habilidad de irrespetar todo fácilmente.
—Estás loco. De verdad que sí. Tú sólo piensas en eso ¿Cierto?
—¡Eh, No! También pienso en devorar toda esa divina comida que me preparas.
Aquí ambos nos reímos de buena gana.
—Para ser sincero. Por ti sí estoy loco, de veras que sí —Lonhard se acurrucó más cerca de mí y sentí su miembro erecto.
Ay, por Dios, este hombre no tiene descanso.
Quise evadir la situación buscando conversación, porque de verdad tenía bastante hambre y Lonhard no tenía ni un poquito de intenciones de levantarse de la cama.
—Hard, tengo curiosidad de algo que aún no me has dicho, y esta vez no te escaparás.
—Dime. Te responderé cualquier cosa que quieras saber.
—¿Cuál era tu nombre antes de morir?
Aquí Lonhard se acomodó en la cama sentándose, para quedarse mirándome a los ojos mientras aún permanecía acostada.
—¿De verdad quieres saber eso? —preguntó.
—Sí, mi vida, algo me dice que debo saberlo.
Lonhard sonrió respondiéndome:
—Mi nombre era Ángel… pero como verás, Lucifer al morir inmediatamente lo cambió, pues él es un desgraciado, pero tampoco es que quería que todos los demás compañeros demoníacos sufrieran inmenso dolor al llamarme.
Escuchar eso me llenó, hizo que mi corazón se emocionara y se me salieron las lágrimas. Mi amado Lonhard se llamaba Ángel, otra razón más por la cual Alondra decía que era de buen corazón, él me contó eso de que, por el nombre, en su tiempo se veían reflejadas las obras o su vida, pues ¿quién con ese nombre podría ser duro o un mal ser humano? Lleva una bendición desde su nacimiento —pensé
—No llores, mi Angi, todo debía ser así para que ambos estuviéramos juntos. Si hubieses sabido que esto te pasaría… ¿Hubieses ido a esa bruja?
—Sinceramente, sí… sí, sí habría ido, todo esto que he conocido contigo y todo lo que me ha pasado ha sido maravilloso, eres el hombre que siempre quise para mí, el que me imaginaba y sabía que jamás tendría. Eres el hombre más atento que he conocido.
Lonhard sonrió, para luego darme un corto beso.
—Descansa, yo prepararé la comida, no te preocupes, he mirado como lo haces así que lo intentaré esta vez. Te amo —aquí Lonhard se levantó, logré ver unos segundos su bello trasero, pero de inmediato se desmaterializó.
Mirando mi cuarto medité por primera vez en muchos días; pensé en todo lo que me había ocurrido y de repente me enfoqué en la papelera. En un costado estaba el libro que intenté encestar hace días en ella, me levanté de la cama y lo recogí.
Caminé enrollada en la sábana y tropecé —estúpida sábana— pensé.
Abrí el libro, aún estaba marcada la última página que había leído. Volví a leerla nuevamente
“—Deberíamos estar siempre juntos y seguirnos amando, sin importar todos nuestros problemas, vamos Julie acéptame, no permitas que esto se acabe —rogó Carlos”
Sonreí, para de pronto ver como mis lágrimas empezaban a correr sin parar por mis mejillas. Sentí como mi corazón empezó a palpitar cada vez con más rapidez; con la mirada un poco borrosa por mis lágrimas, leí la última línea en voz alta.
—“Sólo acéptame, y yo dejaré el mundo por ti”.
Después de todo, ahora sé que el amor profundo e incontrolable sí existe, y lo mejor de todo es que sí pude vivir la experiencia.
FIN