Relato corto: Robando un amor de Kassfinol

Robando un amor de Kassfinol

Título: Robando un Amor

Autora: Kassfinol

Todos los derechos reservados

Género: Romance contemporáneo


Las personas solo pueden ser engañadas cuando ellas cierran los ojos y abren su corazón. Pero quien es inteligente primero abre los ojos y luego se deja querer. El amor nace, pero a veces, el mismo… se puede robar; así como ocurrió a continuación.


Capítulo 1

“La rubia arrogante”

—Buenos días, señorita Montealto. Le presento a su nuevo contador —escuchó Silvia mientras respondía un email. No se molestó en subir la mirada, solo guardó silencio y le dio “enviar” al mensaje que había escrito en su celular, unos segundos después levantó la cabeza para conocer el hombre que le había presentado su secretaria.

Frente a ella, no estaba un joven. Era un hombre maduro de unos cuarenta años. Blanco, cabello castaño un poco desarreglado, ojos grises, rasgos finos, un poco de vello facial alrededor de su boca, que lo hacía ver hermosamente desaliñado, vestido con una ropa elegante sin corbata; pero lo mejor de todo es que le regalaba una media sonrisa algo soberbia.

Le dije a la desgraciada de Carol que contratara a un joven, no a este hombre tan mayor. Juro que voy a golpearla, además el descarado sabe que está muy bueno y no lo oculta. —pensó mientras veía a su amiga, que era también su secretaria, sonreír ampliamente detrás del hombre.

—Buenos días, un placer soy Silvia Montealto. Estoy a cargo del área administrativa de Aeroejecutivos, imagino que sabe de qué va la empresa ¿cierto?  —preguntó en mal tono, tenía que ser bien distante y fría con sus trabajadores, sino con su cara de niña la verían como eso, como una niña, y nadie la respetaría. Fue un consejo de su padre, y le iba muy bien siendo así—, puedes salir —dijo en tono frío a su querida amiga. Carol sin mediar palabras salió de la oficina.

—Soy Néstor Hidalgo, contador con dieciocho años de experiencia. Sí, señorita Montealto, sí sé de qué va la aerolínea.

—Qué bueno, entonces te invito a que te pongas a trabajar. Mi padre es el dueño de todo lo que ves, así que espero que en quince días me entregues el primer informe hecho por ti sobre la empresa, ya que él lo necesita. Todo lo que tengas que saber, dudas, preguntas lo que sea, se lo preguntas a la Señorita Vargas —Silvia no escatimó en arrogancia. Pero solo recibió una media sonrisa de Néstor, que no dejó de mirarla a los ojos. El hecho no incomodó a Silvia, al contrario, le gustaba—. Te invito a que salgas de mi oficina —ordenó sin mirarlo a la cara.

—Con todo gusto señorita —le respondió Néstor, caminando hacia la puerta.

Una vez dentro de su oficina. Nestor quitó su sonrisa bastante practicada. Pensó que tendría la situación en control, pero lo que le habían dicho era cierto. La hija del dueño no era una niña a pesar de su edad. Con solo 26 años manejaba los negocios como toda una veterana en la materia. Según sabía, solo tenía unos cuatro años de graduada.

—Que mal carácter tienes Silvia, opaca toda esa belleza —murmuró mientras se concentraba en recordar sus facciones.

Ojos grises, cabello rubio, labios finos y rosados… ¡Dios mío podría ser mi hija! —pensó, pero unos segundos después sonrió diciendo:

—Pero no lo es.

Capítulo 2

“El don Juan inteligente”

—Buenos días señorita Silvia —se le acercó Néstor a Silvia mientras entraba en el ascensor, casualmente llegaron al mismo tiempo al trabajo, eran las ocho de la mañana.

—Señorita Montealto para ti, no seas igualado, no te he dado la confianza para que digas mi nombre de pila —la reacción de Silvia no se la esperaba. Así que guardó silencio y le dio gracias a Dios por estar solos y que nadie hubiese escuchado ese mal trato. Conseguir que esta mujer lo llevara a su casa, sería algo bastante difícil, pero nada era imposible para él, se las ingeniaría.

Silvia a su vez, se divertía por lo bajo, estaba segura que nadie había tratado de forma tan arrogante, a un hombre como él. De hecho, hasta le dolía, el hombre era demasiado hermoso. Ese olor del rico perfume de Dolce & Gabbana la tenía delirando. De por sí el desgraciado parecía modelo de la marca. Hoy venía muy desarreglado, pero se veía a simple vista que tenía unos miles de bolívares con toda esa ropa. Hecho que le dio curiosidad, ya que un hombre, siendo solo un contador, no tendría para tanto.

—¿Solo eres contador? O tienes algún otro trabajo —soltó Silvia la pregunta sin pensar.

—Solo soy contador —se limitó a decir con seriedad.

—Entonces ¿De dónde sacas esa ropa tan elegante y ese perfume tan costoso?  —la pregunta desconcertó a Néstor, jamás le había preguntado sobre eso, en ningún lugar que visitaba.

—Disculpe, señorita Montealto como es que no le puedo llamar por su nombre de pila y me pregunta cosas tan personales… creo que está siendo injusta —esta vez Néstor se acercó a ella, de forma imponente y con media sonrisa.

Dejó sin habla unos segundos a Silvia, ella estaba acostumbrada a que le respondieran sin titubeos. Y si lo pensaba mejor el hombre tenía razón.

—Tienes razón, quedamos así entonces… tú no me respondes la pregunta que hice… y me sigues llamando señorita Montealto —la puerta del ascensor se abrió y Silvia salió taconeando, caminando sin esperar la respuesta de Néstor.

Él a su vez controló que se le saliera una carcajada, mientras veía cómo caminaba la chica con esa corta falda negra, largos tacones y esa camisa delicada a juego de un color verde claro.

Creo que si me le acerco de nuevo me morderá, mejor guardo distancia —pensó mientras caminaba hacia su oficina.

Capítulo 3

“Entre amigas”

Tocan la puerta de la oficina, mientras que Silvia está frente al computador respondiendo un email a su padre y a sus amigos de confianza.

—Hola Silvia ¿Qué ocurre, necesitas algo?

Silvia al escuchar la voz de su amiga Carol, sonrió.

—¡Desgraciada! Te dije que buscaras a un hombre joven, alguien inteligente pero que pudiera manejar. Ese hombre está demasiado hermoso, me cuesta si quiera verle la cara. Me imagino que mi padre brincó de la felicidad cuando le diste su currículo, él estaba enfrascado en poner a alguien mayor en ese puesto.

—Ay sí ¿Verdad que sí es hermoso? —le respondió Carol, sentándose frente a ella con una gran sonrisa en la cara, obviando la última parte de lo que le había dicho Silvia.

—¿De dónde lo sacaste? ¿En dónde vive? ¿Cómo es que no lo había visto en toda Maracaibo?

—Supuse que me llamabas para eso, así que listo… aquí está su hoja de vida, con lo más importante, ya te lo resumí… ¡no me lo agradezcas! —Carol le puso sobre el escritorio la hoja, sonriendo de forma picara.

—Eres una perra ¿Cómo es que me haces eso? ¿Qué dijo papá?

—Tu padre, le revisó la vida y no encontró nada. Tiene excelentes recomendaciones de las empresas en las que ha trabajado. Sabe tres idiomas y renunció a su último empleo porque aseguró no le pagaban lo justo.

—Entonces para colmo es ambicioso, eso no está mal —murmuró Silvia.

—Sí y ¿observaste cómo se viste? Parece un modelo… es irresistible.

—¡Cállate! por eso último podría despedirte, mejor lárgate de mi oficina y ponte a trabajar. Por cierto, hoy me voy temprano así que cuadra mi agenda para que no le quede mal a nadie.

—¡Ok, Silvia! Si necesitas algo más del señor Hidalgo te lo envío por email.

—¡Sal de aquí ahora! —le gritó Silvia a Carol, mientras ambas soltaban una carcajada.

Silvia, sostuvo la hoja y leyó toda la información del nuevo empleado contratado por su padre. Tenía cuarenta y cuatro años había nacido el seis de abril de mil novecientos sesenta y nueve, casi le doblaba la edad.

—Pero es que los tiene demasiado bien cumplidos, es hermosos el condenado —murmuró sonriendo mientras continuaba leyendo el papel.

Vivía en la urbanización La Estrella, situación que le parecía inquietante porque él vivía relativamente cerca de ella, y jamás lo había visto, ya que su quinta estaba en el conjunto residencial Pozo Viejo, es decir sus casas estaban separadas solo por unas pocas cuadras.

—Me ha quedado claro que en definitiva el mundo es muy chiquito —se dijo para sí misma Silvia.

Capítulo 4

“Situación incómoda”

Silvia leía un libro, como todos los terceros viernes de cada mes. Ese día decidía quedarse leyendo hasta el amanecer. Era como un ritual para ella. Alrededor de la cuatro de la mañana, escuchó un ruido que venía de la cocina. Su quinta tenía grandes ventanales, muchos pinos, tanto grandes como pequeños alrededor y una alberca enorme. Con mucha seguridad, pero tenía claro que estar sola jamás era seguro.

Dejó su libro (Miss Marple y trece problemas de Agatha Christie) al lado de la pequeña mesa, y caminó hacia la cocina, para ver que había provocado el ruido. Para su sorpresa un hombre vestido completamente de negro, estaba frente a ella. No lograba ver su cara porque la tenía tapada con una tela del mismo color de su ropa.

Mierda ¿Qué hace ella despierta hoy? —se preguntó Néstor frente a Silvia. Esta tenía una ropa de dormir, muy sexy. En sus casi veinte años de carrera como ladrón profesional, jamás había visto una mujer con tan glorioso y delicado cuerpo.

¿Por qué está chica pone mi mundo de cabeza? Debí buscar la forma de venir con ella a su casa y así conocer mejor el lugar… que venir aquí solo por mi cuenta —terminó pensando mientras le daba la espalda a Silvia para salir por el mismo lugar por el que entró.

—¿A dónde vas descarado?… detente ahí —escuchó la exigencia de Silvia. Y se detuvo. La chica tenía cojones y eso para él era inevitable de ver. Se dio la vuelta hacia ella, mientras metía la mano en su bolsillo.

—¿Cómo lograste entrar, la casa tiene demasiada seguridad? Supongo que si me dices… mmm… te pagaré, de esa forma ningún otro como tú… podrá burlar de nuevo mi seguridad —Silvia no le tenía miedo al hombre que tenía en frente, según veía estaba solo y sin armas; estaba segura que con sus clases de taekwondo lo dejaría inconsciente en pocos minutos, solo debía guardar sus distancias, para poder mover sus piernas bien.

Néstor caminó hacia ella, pero Silvia se alejó dando pasos hacia atrás.

—Mejor es que te deje un email, no voy a lastimarte, ni tampoco quiero que me lastimes —musitó Néstor. Él sabía que la chica era cinta negra en un arte marcial, estaba al tanto que si se le acercaba ella podría dejarlo inconsciente. Pero el deseo podía más con él, así que se iba arriesgar.

—¡Ah! eres un profesional, tengo amigos que son como tú, no tengo nada contra eso. ¿Alguien lo tiene que hacer o no? hay demasiada disparidad económica en la sociedad, quitarle a alguien que tiene mucho, no está mal.

Las palabras confundieron a Néstor, no había conocido a alguien con una mente tan abierta. Néstor aun en silencio y sumergido en su pensamiento, dándole lógica a lo que acababa de decir Silvia, se acercó demasiado y Silvia… actuó.

Le dio una patada en el rostro que lo dejó aturdido. El cayó al piso y con un barrido hizo caer hacia el suelo a la ahora confundida Silvia, ya que no se esperaba ese movimiento. En el suelo ella estaría en desventaja, lo sabía. Néstor con rapidez se puso sobre ella ejerciendo toda su fuerza.

—Te dije que no te lastimaría ¿Por qué carajo hiciste eso?

—Nadie roba a una Montealto —dijo Silvia forcejeando— no sin irse ileso.

—Me has obligado hacer esto. — Néstor se quitó un poco la máscara que cubría su rostro y la besó. Para su sorpresa ella correspondió el beso. No se esperaba eso ni en mil años. Lo dejó sin aire y con una prominente erección. Cuando dejó de besarla Silvia sonreía, ella le iba a decir algo, pero el necesitaba salir de allí… ¡huyendo! Así que colocó su pañuelo lleno con un somnífero potente y vio cómo, ante sus ojos, Silvia se quedaba dormida.

La cargó y colocó sobre el mueble. Y se fue, estaba demasiado confundido como para hacer lo que mejor sabía hacer en su vida, que era ser un ladrón profesional.

Capítulo 5

“Ocultando la verdad”

Mierda, todo salió absolutamente mal. Aquí estoy yo, con mi rostro hinchado y en unas horas debo ir a trabajar. Tendré que llamar y decir que no podré asistir, no puedo dejarme ver así —pensó Néstor, mientras se colocaba una pomada en el rostro.

Cuando eran las nueve y media de la mañana decidió llamar a la oficina para aclarar su ausencia. Al tercer repique Carol respondió:

—Departamento administrativo de Aeroejecutivos, buenos días ¿En qué le puedo ayudar?

—Es el señor Hidalgo, quería comunicarle mi ausencia de hoy, el lunes llevaré la orden médica, necesito que le informe a la señorita Montealto.

—Sí, no te preocupes, en cuanto llegue la señorita se lo haré saber.

¿No ha llegado? Qué extraño. Hasta donde sé es una de las primeras en llegar a la empresa ¿Será que aún no se despierta del somnífero que le di? —pensó preocupado. Prefirió guardar silencio y despedirse.

—Muchas gracias señorita Vargas.

—No me digas así, solo dime Carol —Néstor escuchó una risita en el otro lado de la bocina—, hasta el lunes.

—Ok, Carol, nos vemos, pasa buen fin de semana —Colgó el teléfono. Carol era muy extrovertida, estaba seguro de eso, también sabía que era una de las mejores amigas de Silvia. Sus informantes les habían dado mucha información. Pero en ningún lado decía que era una ofrecida o regalada.

Eso de que le correspondiera el beso, lo había dejado fuera de sí. Ahora tenía más preguntas que respuesta y por primera vez en años se le había quitado las ganas de robarle a alguien. A esa casa no iría jamás. Le encantaba la joven y debía mantenerse alejado. En unas semanas renunciaría del trabajo, y buscaría otra víctima, pero si quería mantenerse solitario como los últimos quince años, debía salir de esta ciudad cuanto antes. Vender todo y partir.

Capítulo 6

“Visita inesperada”

Tocan el timbre.

¿Quién será? No espero visitas… A decir verdad, en el mes que tengo viviendo aquí, jamás he recibido una —pensó Néstor levantándose de la cama. Se miró por encimita el rostro y estaba más desinflamado. Ya era domingo y la pomada había hecho su efecto. El lunes estaría seguro de que no tendría nada. Así no se dejaría ver de Silvia, y correr con el riesgo de que asociara las cosas.

Al abrir la puerta. Se quedó en completo silencio. Silvia estaba frente a él, con unas sandalias bajas y un vestido rosado sencillo. El cabello suelto y casi ni estaba maquillada. Verla así, lo dejó atontado.

—Óyeme, pero ¡qué bien! Ya no tienes hinchazón en tu cara… pero que bueno —esto último lo alargó, y el tono era tan irónico que se quedó en blanco— ¡no me vas a invitar a pasar desgraciado! o ¿Qué? Me vas a tapar la boca con otro trapito con somnífero.

Mierda… ¿Estoy despierto? Me lleva el diablo —pensó Néstor, sintiendo como el corazón palpitaba a mil por hora. No hizo más que dar un paso hacia atrás para que Silvia entrara.

—Oye… Silvia… yo —empezó a decir Néstor apenado. No sabía qué decir, se sentía desarmado, no tenía nada con qué defenderse. Ni nada inteligente que decir.

—¿Te creíste muy inteligente? Para la próxima, pon más cuidado con esos somníferos que utilizas, ayer casi muero de una jaqueca —Silvia sonrió, pero esta vez sus rasgos se suavizaron.

—Discúlpame, no sé qué decirte. Mañana tendrás tu balance para que no se te atrase el trabajo con tu padre y el martes me largo de tu empresa. De hecho, lo decidí ayer.

La confesión no le gustó a Silvia.

—Hey, lo que te dije ese día fue cierto, no tengo nada contra los ladrones profesionales. Al menos los que son como tú, que no lastiman, ni destruyen nada, solo toman lo que quieren y listo.

—¿Cómo supiste de mí?

—Tu olor… ese Dolce & Gabbana que tú usas, no lo usa cualquiera —Silvia soltó una carcajada—, además llamé ayer y faltaste a trabajar supuse era por el golpe que le di a tu rostro… por otro lado no me cuadró tu forma de vestir así que ese día que te vi la ropa fina investigué el saldo de tus cuentas bancarias, ya sabes tengo buenos amigos… y por último contacté con unos cuantos amigos en común que tenemos y me dijeron que averiguaste mi vida, así que me sentí en el derecho de hacer lo mismo y de disipar cualquier duda que tuviera de ti.

—¿Me vas a denunciar? Déjame decirte que admiro tu astucia y capacidad de análisis. Ya veo por qué eres tan buena en los negocios.

—No, claro que no —Silvia se acercó sonriendo con malicia—, gracias por el halago.

—Entiendo ¿Entonces, para qué viniste? Quiero que sepas que tienes mi palabra de que no robaré tu casa, ni a tu empresa y que me iré el martes y no sabrás más de mí. De todas formas, no tienes pruebas, será tu palabra contra la mía, además no me llevé nada de tu casa. Y sobre las cuentas bancarias, puedo justificar los ingresos, soy astuto con las cuentas y números.

—Shiii… no me tienes que dar explicaciones —Silvia se puso frente a él— Vine a que me devuelvas lo que me robaste —Silvia lo haló hacia ella y lo besó. El beso fue más intenso del que se habían dado hace días. Néstor no se frenó y la acarició. Su respiración se escuchaba en su pequeña pero lujosa casa. Siempre compraba propiedades muy cómodas, pero que no llamaran la atención, de esa forma se cuidaba las espaldas, y daba menos explicaciones.

Entre besos, Néstor no pudo evitar preguntarle:

—¿Por qué haces esto? ¿Qué es lo que quieres? —Silvia se separó de Néstor, mostrándole unos labios sonrojados y una respiración entrecortada. Su pecho subía y bajaba, se veía tan distinta a como era en la oficina.

—Primero antes de que me tomes por loca, quiero decirte que sé hasta dónde naciste, sé que no eres peligroso —lo volvió a besar, pero esta vez cerca de la comisura de su boca, mientras Néstor sonreía—; segundo, puedes decirme Silvia de ahora en adelante —Silvia le acarició el rostro dulcemente—; tercero, sé que soy más hermosa que el dinero que tengo, además tengo que considerar que tú eres más hermoso que esa dos profesiones que ejerces, que por cierto haces demasiado bien —Néstor soltó una carcajada y la cargó colocando sus piernas alrededor de su cintura y caminando para acostarla sobre el sofá de su sala— haré el esfuerzo solo por esta vez… y no le prestaré atención a todo ese asunto que implica la moral.

—Te equivocas, me gusta más toda esa inteligencia tuya, eso sin mencionar que me encanta esta mujer joven que me muestras en este momento… te ves hasta dulce —Néstor afincó su erección sobre el cuerpo de Silvia y ella gimió de anticipación—, de repente le llegó una idea a su cabeza— ¿Me estás ocultando algo cierto? Ohh, ok, ok, sí sabías que el ladrón era yo… cuando me viste en tu casa, por eso correspondiste ese beso ¿cierto?

—¡Ajá! —asintió Silvia. Esa respuesta le encantaba. Podía, por primera vez, ser sincero con alguien sin el miedo de ser juzgado por lo que hacía. Y no podía negarlo, el hecho lo volvía más loco por ella.

Dejándose llevar por todos los sentimientos, gustos y atracciones, hicieron el amor por primera vez, y así permanecieron por años… juntos y siempre trabajando.

Silvia, se enteró de muchas cosas sobre la vida de Néstor, incluyendo esa vida de pobre y de tantas necesidades que tuvo cuando era pequeño. Así que lo convenció de que tomará citas con un psicólogo. Estaba claro que Néstor robaba para acumular más de lo que ya tenía; y ahora casada con ella, no necesitaba absolutamente de ese dinero robado.

Luego de cinco años de matrimonio Néstor dejó de robar y se decidió por trabajar solo como contador. Pero con la diferencia de que gran parte del dinero que acumuló durante los últimos años, lo cedió a organizaciones que ayudaban a los niños de la calle, de esa manera se sentía bien consigo mismo, de que evitaría que esas personas indefensas cayeran en el mundo en el que, de forma inteligente, él sí se supo desenvolver.

FIN

Cuando hay deseo, algunos aspectos morales pueden ser dejados de lado. Por otro lado, siempre existe la manera de sacar algo bueno de las cosas malas que hacemos o que nos ocurren, solo hay que abrir la mente y saber aceptar la realidad.



¿Quieres leer más historias gratuitas? Puedes conocerlas aquí:

Varios relatosTodos gratuitos

Si quieres leer mis novelas llenas de acción, amor, seres sobrenaturales debes ir aquí:

Todas mis novelasEn Kindle o papel